Fue en la biblioteca de Eduardo Dato, Carlos Porro pronunció una estupenda y amena conferencia sobre el Himno de Palencia. Recordó que, durante muchos años era de obligado cumplimiento el aprendizaje -por parte de los maestros- para enseñarlo a los alumnos en las escuelas. Situación que viví junto a María Pilar Dattoli y otras compañeras, inauguramos el flamante colegio Juan Mena en el barrio del Cristo. Era alcalde Juan Mena de la Cruz, amante de que este acto, de aprendizaje y enseñanza, se realizase en todas las escuelas. Una tradición que duró muchos años. Y miren por qué motivo aprendí, de buena gana, la letra que no he olvidado y que, durante muchos años, cuando acompañaba a mi esposo al Teatro Principal, unos días antes de nuestra fiesta mayor: San Antolín, para oír el Pregón que él mismo dio un año, aunque repartían a la entrada la letra del Himno, no necesité leerla puesto que me la sabía y, además, sentía sano orgullo de cantar sin papeles. Me hizo gracia el modo de manifestarse en contra de esta obligación -vivida por quien escribe esta columna-, que una persona, (¿maestra?), en la butaca delante de la mía, mientras el conferenciante lo aseguraba, ella negaba con la cabeza, girando el cuello a uno y otro lado con toda su fuerza. Precisamente ese mismo empeño tuve -durante años- para que, en la Fundación Chapelet, en Abarca de Campos, se cantase antes o después que tanto monta, de los Conciertos que en ella se organizan, el himno escrito con letra de Marcelino García Velasco y música de Chapelet y dedicado por ambos a Villa de la Música. No lo he conseguido y desistí. Creo, sin embargo, que Carlos Porro será capaz de convencer a los académicos para que lo canten cuando celebren las reuniones en las que, alguno de ellos pronuncie una conferencia. Seguro, que lo harán bien; él mismo se lo puede enseñar e, incluso, dirigir. Lo sé porque, después de impartir su conferencia, bajó del atril y el público asistente a la misma fue siguiendo la letra, como en la parroquia, en la pantalla preparada para que viésemos la partitura del maestro Guzmán Ricis que, tuvo cambios según el poder imperante en cada etapa. Y, sí, quien más y quien menos, se animó. Un buen cierre amigo Carlos. La constancia, puede con todo.