Carmen Arroyo

La Quinta

Carmen Arroyo


La Morenilla

06/02/2025

El dos de febrero, Palencia, vibra. Palentinos de ciudad y de sus pueblos, confluyen en la Plaza Mayor. Día de Las Candelas. En la iglesia de La Compañía, La Virgen de la Calle no está un minuto sola sin que alguien le rece pidiendo por los chiguitos, que son pasados bajo su manto, en brazos de padres o abuelos, pidiendo protección y bienes para la criatura. También rezan por quienes volaron a estudiar o encontraron trabajo fuera. Este hervidero humano reparte alegría, comunicación, saludos y, el reencuentro, a pesar de que llueva o el frío intenso se haga notar; ahora, la nieve se nos queda muy al Norte. Recuerdo un 23 de febrero del 63 en Perazancas y en Cubillo de Ojeda, con montones apilados a ambos lados de aquella mínima, por lo estrecha, carretera, esperando el deshielo de primavera. Y la curva hacia Cervera donde la DKV de Honorino sufría lo suyo, y yo necesitaba unas Katiuscas, aquellas botas negras tipo charol y media caña, para poder llegar a mi escuela con los pies secos. 
Y, cómo, con los hijos, subíamos al monte para que jugasen con la nieve e hicieran su primer muñeco con guantes, siempre, mojados. Muchos otros hice con mis alumnos en Modesto Lafuente, en el patio, pues por entonces la ciudad se cubría con ese manto especial que revela belleza sin palabras y ponía en nuestros labradores esperanza. Conocen el refrán año de nieves, año de bienes. La Virgen toma nombres distintos en cada lugar donde se venera. El amor a la santa Madre de Dios logra altura en el corazón de los creyentes y la devoción llena de gozo. Y, todos, proclamarán que su Virgen es la más linda o más milagrosa, por más que sea la misma, bajo otra advocación y podrá jurar que no hay otra mejor. 
Quiero recordar hoy a un santo varón, hombre trabajador y estudioso, culto y cordial: Hablo de don Santiago Francia Lorenzo, sacerdote, académico de la Institución Tello Téllez en la que publicó una larga lista de trabajos y libros que conservo gracias a mi marido Marcelino, académico, en los que he bebido para escribir en este querido Diario Palentino. Un sacerdote archivero. No olvido una tarde en que le oí la leyenda de la Virgen de la Calle. Yo revolvía, junto a él, cajas en las que logré encontrar algunas notas para escribir, Ea, mi Niño.