En Manos Unidas leí, en septiembre de 2019, publicado por Asociación de Teólogas Españolas, lo siguiente: No hay suerte más triste que la de ejercer la fuerza como dominio o como manipulación, no hay pérdida más empobrecedora que la de privarse de la aportación de lo diferente. Me gustó y lo guardé. Por eso encabeza hoy mi columna. No hace falta más que escuchar, reflexionar, leer, pensar, comparar afirmaciones, tener un poco de sentido común, para darnos cuenta de que nos manipulan desde cualquier lugar. Si estamos dispuestos a dejarnos engañar. O si somos, por cualquier razón, vulnerables.
Todo medio de comunicación puede ser copiado, difundido, utilizado por quienes expanden falsas noticias, miedos, fobias, desconfianza; nos llevan a odiar al que no se nos parece, a quien vemos (apenas sin darnos cuenta, por esa influencia) distinto por edad, raza, religión, pobreza o falta de cultura. Todo vale a los manipuladores para convertirnos en islas que -al ser apartadas del rebaño- como ocurre con el ganado, el lobo pueda atacar. ¿Su objetivo? Está claro. No hay que darle muchas vueltas. Hoy, más que nunca, las noticias cabalgan a lomos del viento que, según sople (piensen, deseen, se propongan los dueños del poder político, social, religioso, económico), avanzan hacia uno y otro lado. Los dueños del mundo: Poder, dinero, ideas, cada vez en menos manos. Pero sí en manos de personas que extienden sus sueños de grandeza sin pausa, para someter a cuantos más, mejor, haciéndonos frágiles, mediante la siembra de dudas y el abandono de valores, necesarios para caminar, y que siempre caracterizaron al hombre de bien, que buscaba y sabía llegar a buen puerto sin errar el rumbo. No nos alarmemos. Vale la pena pensar. Siempre es bueno hacerlo. Y razonar.
Siempre quedan refugios a los que acudir. Esos lugares seguros donde, los buenos periodistas, trabajan, investigan, se dejan la piel y son responsables para mantenernos bien informados. Son muchos, casi todos. A ellos les debemos atención, no a las redes sociales, salvo excepciones. Seamos personas de bien e, intentemos, con nuestros valores personales, dirigir nuestra barca a buen puerto con la verdad, ese valor que cada vez escasea más, disfrazado entre palabrería engañosa.