Hay frases que con el contubernio del tiempo semejan refranes cargados de experiencia popular. Una es «callarse como putas» ni que las putas fueran silenciosas, aunque en el amor suelen serlo. Cenábamos Rubalcaba, la que fuera su portavoz en el Congreso la socialista Soraya Rodríguez, el catedrático de mercantil saldañés Jesús Quijano, mi amigo Felipe Martínez Sagarra, no sé quién más y yo. La cena transcurría lenta, la conversación la dirigía un político metido a profesor de Química con gesto de agotamiento: cuatro pelos en profunda discusión y ojos cerrados como una puñalada en un tomate. Quien fue todo en Educación, que cuando los Delegados Provinciales habían alcanzado un acuerdo satisfactorio incluso con los sindicatos, decían como un mantra: «Espera a ver lo que dice Rubalcaba», sin aún llegar a ministro del ramo. Rubalcaba era negociador nato, de cuerpo pequeño a pesar de ser gran atleta con cintura política; sabía, sin levantar la vista del mantel, lo que ofrecía cada uno y por lo tanto si había ganado en la negociación una vez más. Soraya no estaba de acuerdo con las políticas de Sánchez, Rubalcaba tampoco. A pesar de la digresión de la una y la abrazada despedida que le ofrecieron al otro, Soraya se preocupaba por su futuro en silencio, Alfredo se alineaba respetuoso con Felipe González. Soraya ya andaba en ciudadanas conversaciones, pero esperaba a ver cuánta leche daba la cabra, más que al conocimiento de su calidad. Entre Soraya y Alfredo había miradas de recuerdos: parecían decirse: «haz lo que tengas que hacer». Era el silencio de una sentencia, de un funeral sin olor a muerto. De lo demás, de las exequias se tuvo más información por los medios. A pesar de ello, al parecer por una filtración de la secretaria personal del político, me informaron con demasiada anticipación que Rubalcaba había fallecido y como aún la prensa no lo había recogido, me manifestaron que tampoco se dijo al fenecer Tierno Galván de quien decían que le había sentado mal una comida y ya estaba en el depósito. Los nacimientos como los decesos y las huidas, si se quieren se preparan. Y visto lo visto, intereses hubo. Poco después Soraya Rodríguez se separaría políticamente de Sánchez.