Fernando Martín Aduriz

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Fernando Martín Aduriz


Idiotas sociales

16/07/2024

De origen este término griego de idiota no llevaba la nota de desprecio e insulto con que lo acogemos en la actualidad. Me gustaba más la primigenia acepción. Distinguía mejor a quienes se ocupaban de los asuntos colectivos y no de su propio 'ir a lo suyo', de sus intereses privados. Ahora, sin embargo, ya no disponemos de una clara frontera entre los idiotas y los que no lo son. Puesto que pareciera que quienes ostentan una representación política o social o académica se interesan de verdad por los asuntos colectivos. Pero la historia ha ido mostrando ejemplos muy poco ejemplares de 'servidores de la cosa pública' que, ocupando funciones muy trascendentales, se interesaron más bien 'por hacer caja' o por aumentar el tamaño de ese órgano exuberante llamado 'ego'. Sabido es lo que hemos sufrido en los entornos asociativos a la figura del idiota. Dícese de aquel que aparentemente está muy interesado en lo de todos, pero tarde o temprano con el discurrir de los años se ha ido viendo que 'no daba puntadas sin hilo', y que o bien estaba en su propia carrera o simplemente gozaba de estropear cualquier figura de sombra, en la habitual lucha por puro prestigio hegeliana o en la notable rivalidad imaginaria que embarra y ensombrece la fértil vida asociativa. Pero si se trata de elevar un elemento psicológico por encima de los demás y que claramente nos anuncia la figura del idiota, ese es el elemento envidioso. Pues no es el objeto lo que está en disputa, sea el objeto-poder, sea el objeto material, sea otro cualquier objeto simbólico lo que es motivo de lucha. Se trata de que el envidioso quiere ser el otro al que envidia, quiere tener ese mismo brillo de deseo sobre el objeto que sea, que no importa. El pobrecillo idiota está en su interés individual, perseguir ser como el otro, lo que le aparta del esfuerzo común por mejorar lo común. Tenemos pues que tener mucho cuidado con los idiotas sociales, que lejos de quedarse en casa, cual idiota habitual que cultiva su jardín a lo Rousseau, se camufla de persona social laborando por lo de todos. Ojo con ese ardid, es un disfraz, pues, si bien trata de ser mujer u hombre de intereses loables y públicos, servir a los otros, el interés suyo oculto es muy evidente: ser el otro.

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