Fernando Martín Aduriz

Dirección única

Fernando Martín Aduriz


El triste y el entristecido

14/01/2025

Enero se abre para los tristes. Me opongo leyendo a los poetas que me hacen compañía, aún en la memoria golpeando alguna foto.
Tomo robado primero el título de esta columna a Sergio García Zamora. Está en su libro de Los maniquíes enfermos, y allí sentencia: El triste nació triste y va a morirse feliz en su tristeza. También afirma que el triste es cobarde, pero el entristecido tiene los ojos de la fiebre. Y remata la faena: El triste suele ser rico y el entristecido suele ser pobre. Se paran uno frente al otro y sólo ven un espejo. El triste dice que él se parece al mundo. Pero todos saben que el mundo se parece al entristecido.
Después dejo a Sergio, y me acerco a mi Pessoa, a él mismo y no a alguno de sus heterónimos, a su Cancionero: A veces, y el sueño es triste,/en mis deseos existe/lejanamente un país/ donde ser feliz consiste/ solamente en ser feliz. La verdad que esta idea pessoana siempre me evocó lo absurdo de buscar la felicidad, teniendo más a mano y más fácil, la vida, o si se quiere la infancia feliz. Y aún más en los desencuentros, donde me comporto como en una línea de otro poema de ese mismo libro de Fernando Pessoa: Tenho pena e nâo respondo.
Sigo también el aserto de Hölderlin en su Coraje de poeta: Entonces avanza inerme/ por la vida y no temas nada./ Pase lo que pase, sea bendito para ti, / sé proclive a la alegría.
Sin embargo no se hace fácil en los eneros olvidar los diciembres, tal como si no se pudiera nunca ya olvidar la infancia perdida, la auténtica patria rilkeana, y revivir en cada decepción el desencuentro, el abandono, hacer como en Los poetas de siete años de Rimbaud: Y la madre, cerrando el libro del deber,/se iba satisfecha y orgullosa, sin ver/en los ojos azules y en la frente combada,/ el alma de su hijo al asco abandonada.  
No obstante, reconforta tener siempre en la mente a Ítaca, auténtico objetivo, y puesto que obedecemos a Kavafis, no merece la pena apresurarse en nuestro viaje. Mejor que dure muchos, muchos años,/y eches el ancla viejo ya en la isla, dice el poeta de Alejandría. 
En esas estoy un año más. Al fin y al cabo es nuestra única dirección posible.

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