La distancia con esa ciudad cercana no ha venido bien a esta pequeña ciudad que llamaron Palencia. Hay distancias que matan. Las geográficas son peligrosas.
En 1833 Javier de Burgos asigna a esa ciudad cercana y a Palencia a Castilla la Vieja; luego otros al reino de León en 1855; y otros en 1983 a Castilla y León. Pero antes de 1833, los concejales de dos ciudades cercanas a Palencia se repartieron nuestra provincia en el borrador de reparto, lo que la llevaba a desaparecer administrativamente.
Cuando los concejales del Ayuntamiento de Palencia se enteraron de tal propósito reaccionaron, y se presentaron en Madrid consiguiendo en el último minuto impedirlo. Más o menos los historiadores dicen eso, no importa la exactitud literal del dato, importa la filosofía. Que aún perdura con otras maneras y formas.
Las ciudades pequeñas son absorbidas. Y cuando las comunicaciones se abren, de la tierra se pasa al asfalto, y el ancho de las carreteras se renombra en autovía, parece que va a beneficiar a los dos, pues se dice, los caminos son de ida y vuelta. Pero en 2024 podemos asegurar que el saldo ha sido más beneficioso para una ciudad cercana que para otra. Y que las costumbres, la demografía, la nueva economía de grandes superficies de consumo, y la mera sociología han hecho el resto. El grande mira siempre por encima del hombro al pequeño. Y el pequeño cae en la trampa del espejo y la identificación. ¡Qué importante sería defender las virtudes de lo pequeño sin despreciar las virtudes de lo grande!
Teresa de Jesús lo expresó muy bien: «no podemos hacer grandes cosas, pero sí cosas pequeñas con mucho amor». ¿Qué cosa más grande podríamos hacer quienes hemos nacido, estudiado, laborado en esta pequeña ciudad, que reconocer nuestros límites y organizar las cosas a partir del reconocimiento de lo que se puede y de lo que no? Hay imposibles. Por ejemplo, se puede confiar en las malas personas, escribió Faulkner, puesto que nunca cambian, es imposible para la propia mala persona, que sufre ella misma de su propia maldad, ya que es la primera víctima.
Pero hay posibles. Es posible confiar en las pequeñas ciudades, en el medio rural, que reconocen sus límites, su tamaño, y hacen con eso algo creativo.
Es posible saber que la única distancia interesante es la que separa a los pocos habitantes de una pequeña ciudad con ellos mismos, cuando desconocen lo que hacen, piensan y sienten unos y otros.