Las despedidas no me gustan. Me he hecho a ellas por edad y porque de muy pequeño escuché acerca del saber perder, (¿qué es la vida para el que no sabe perder?) o lo que es lo mismo a comprender que vamos de victoria en victoria, o de caída en caída, hasta la derrota final. Pero despedirse de alguien o dejar atrás algo es un momento especial que habla de la fugacidad de la vida, lo cual entristece y apesadum bra a muchos, pero a otros nos da vidilla captar que desaparece lo viejo para dar lugar a lo nuevo. A veces las cartas de despedida son auténticas estrellas melancólicas, nostálgicas, lacrimógenas y a veces una suerte de venganza que muestra el goce de ¡ahí os quedáis, saboread mi ausencia! Esta carta de despedida va dirigida a ese ente especial que es un año, puesto que hoy es 31 de diciembre, el último día de este 2024. Lo voy a despedir de dos modos, corriendo por la tarde, sólo que este año en la san silvestre vallecana y no en la palentina; y escribiendo esta carta de despedida en mi columna del Palentino. La carta es breve. Querido dos mil veinticuatro: Como todos y cada uno de los años de nuestra fugaz vida, has tenido de todo. Te llevaste a amigos entrañables, a compañeros de fatigas (Fran, José Antonio y Domingo). Pero me trajiste a Paul, una estrella en el firmamento familiar. Me empujaste a asumir nuevas responsabilidades tanto como a continuar otros caminos. He conocido a nuevos amigos que parecen ya amigos viejos, y nuevas ciudades que se pelean en mi memoria con otras del pasado. En tu tiempo he seguido escribiendo libros y columnas de prensa, y leyendo cada día con deleite, placer persistente que hace oídos sordos a otras tentaciones más modernas. He sido puntual a la cita con la Behobia anual, esos veinte kilómetros mezcla de subidón y juventud. Superé tus días sin dejarme convencer por los que publicitan motivos para el mal humor, y sigo practicando el elogio al humor, sea negro, absurdo o gallego. De hecho, me acaban de regalar el volumen íntegro de 13 rue del percebe, tratado único. Pero, sobre todo, querido año, me alegra mucho que te vayas, despedirme de ti es un placer. Porque llega dos mil veinticinco y todos los supervivientes soñamos con la voz del poeta de Los maniquíes enfermos: «Tú te miras y te ves a ti mismo, sólo que más joven».