Antonio Álamo

Antonio Álamo


Llorones

29/08/2024

De nuevo los trenes son noticia gracias a las averías, obras y retrasos. Lo que ya no lo es el uso político que se le da a los males que aquejan a este servicio público de transporte, entre otras razones porque es una costumbre propia de quienes parece que no tienen otra cosa que hacer que cobrar del erario público y protestar con escasa razón y menos documentación. La remodelación de Chamartín, los soterramientos urbanos, el robo de materiales y los parones producidos por negligencias o insensateces no hacen sino acrecentar una sensación de que todo funciona mal en este medio de transporte y no es así. 

La red ferroviaria es una infraestructura que necesita cuidados e inversión. Y actualizaciones cada cierto tiempo. Y lo mismo ocurre con los vehículos que las usan. La queja del ministro Puente ante las críticas se entiende aunque sobran su apostilla sobre los trenes de la época de Franco y las ajenas sobre su gestión. Es todo más complejo. Y requiere documentación. Cuando Chamartín reemplazó a la Estación del Norte nadie imaginaba que la expansión ferroviaria sería de tal magnitud que terminaría por, en sentido metafórico, ahogarla. Y que un desequilibrado subido al tendido eléctrico paralice durante horas el servicio no es nuevo. En Miranda de Ebro, y no es broma, un borracho armado con una escoba detuvo los servicios a la meseta hasta que se lo llevaron. Se había colocado delante del Talgo con destino a Burgos. Y no fue ayer. Fue en 1959. Hay testigos.

¿Averías? Bueno, tampoco es una novedad. El interventor de un automotor con destino a Salamanca animó a los pasajeros a conocer Cantalapiedra durante tres horas. Una avería, por lo visto. Hay testigos. Y en Dueñas, década de los 70, los viajeros del expreso nocturno Santander-Madrid tuvieron cinco horas para contemplar la constelación de la Osa Mayor desde los vagones. Era diciembre y fuera hacía frío. Uno era un vehículo viejo y en el otro el pantógrafo arrancó la catenaria. En las casas pasa lo mismo y no se monta tanto escándalo… de repente falla la lavadora y el suelo de casa comienza a parecerse a la laguna de La Nava. Que sepamos, la culpa no la tienen ni los socialistas ni los populares. Nos estamos volviendo unos llorones de cuidado.