Han transcurrido ya diez años desde el fallecimiento de Cayetana, Duquesa de Alba. Una mujer admirada y admirable, que llevó a cabo sus gustos, sus disgustos, sus amores y amoríos, incluso poniéndose por montera opiniones de propios y extraños, porque su vida era suya, y sin dañar, ni perjudicar a nadie. Vivió a su manera. Ejemplo que deberíamos seguir. Mientras que no existan repercusiones negativas , lo mejor es vivir al compás de la pauta que nos marque la propia sensatez, porque muchas veces, el lápiz rojo, se lo tendríamos que poner a quien nos lo pone. Y si no pongamos las cosas en una balanza, y a esperar para ver por qué lado se inclina. Bien, pues yo sigo siendo una gran admiradora de Tana.
Además puedo jactarme con mucho orgullo, de habernos comunicado, aunque -eso sí - sólo por papeles . Y la cosa fue así: Cuando se la concedió la Medalla de Oro de Bellas Artes, aparte de dedicarle un artículo periodístico, la compuse un poema felicitándola y se lo envié un poco al «tun, tun», si saber si llegaría a su poder. A vuelta de correo me contestó entusiasmada, ofreciéndome su amistad, y agradeciendo el detalle.
Y casi a renglón seguido, su hija, Eugenia, y en este caso manuscrito de su puño y letra, me envió una cariñosa felicitación con remite incluido. Total, que puedo chulear de mi buen rollo con la aristocracia, y en este caso de legendarios ancestros, porque en la dinastía, huelga la prosaica cuestión de papeles, papeletas y votaciones, Y, aunque la discreción haya sido su fuerte, La Casa de Alba, sus arraigos, y el Palacio de Liria siempre serán un orgullo para España..Y teniendo en cuenta, que Tana, como cada hijo de vecino, soportó el deterioro físico propio del transcurso de los años, procurando sacar fuerza de flaqueza, con su silla de ruedas, y la oportuna compañía del palentino Alfonso Diez, puso a flote su amor, su optimismo y su buena voluntad. Es de admirar que repartió sonrisas, y si las lágrimas estuvieron a flor de piel, supo ponerlas a raya, para lograr, hasta el fin, ser más admirada que compadecida.. Eso es poco frecuente. No necesitó los mimos fingidos con los que se acostumbra a cumplimentar las jorobadas situaciones.. Además yo creo que no los hubiera consentido. Bueno, pues quiero que sepas, Tana, que tu carta, y la de Eugenia, junto a una copia del poema que te dediqué, y que obtuvo tu agradecimiento, todo junto, y en unión, lo guardo con cariño y mucha nostalgia.