El pasado domingo, día 17, se celebró en el salón de actos de La Briquetera, un acto musical. Carteles anunciándolo....papelitos de mano comunicándolo....tertulias comentándolo.... pero yo creo que faltó la consabida advertencia de «aforo limitado» porque habiendo tenido en cuenta ciertas repercusiones, se hubieran evitado desagradables consecuencias. Lo de largarse la gente sin poder entrar, ya ha ocurrido varias veces, y desde luego sienta como una patada en el culo. No es que el anuncio de «aforo limitado» solucione el tema, pero ante la advertencia se encuentra mejor la manera de justificarlo y asumirlo. Cuando yo acudí con anticipación, me encontré con una fila enorme de gente en la calle, y en fila, me sumé a la cola, se vislumbraba la escalera abarrotada, el vestíbulo a tope ¡y seguía llegando gente!, y así, entre niños corriendo entre los desesperantes esperantes, algunos adultos con andador con muletas, con cansancio y aburrimiento por estar de pie en plena calle, alguien dijo : ¡ya entran, ya entran, porque se vacía la escalera! Total, que entre todo esto que no se pudo llamar precisamente, entre pitos y flautas, logramos los de mi entorno, llegar ante la puerta de el salón de actos justo en el momento en el que la persona indicada, apareció diciendo: «Ya no puede entrar ni una sola persona porque está el salón completo! Así, que, unos echando chispas, otros cabreadísimos, todos nos largamos, no digo con viento fresco, porque, eso sí, aunque la noche era fresquita, no era intolerable. ¿Culpas o culpables ?, no, claro que no, la sangre no llegó al río, pero fue una situación muy repelente.
Yo creo, que previendo estos repetitivos casos se pueden tomar decisiones de una puñetera vez, por ejemplo: Ponerse de acuerdo con los Padres Reparadores para que cedan mediante un convenio su magnífico salón de actos. Habilitar toda la parte baja de el Instituto antiguo, adquirir uno de los mil espacios vallados y acotados para construir un gran centro......¡Todo, todo menos el empujón y escaleras abajo! Yo, en lugar de ir a casa, me decidí por pasar un rato en el centro de mayores, y como allí todos los asistentes se entretienen con juegos de mesa, opté por ojear revistas, tan antiguas que tristemente me demostraron que el paso del tiempo causa estragos incluso en mujeres preciosas, que algunas ya no están. Total, que me echan de un «aforo limitado» y me refugio en otro limitadísimo. Muy triste, si , pero que muy triste salí con mi bufandita cerca de los ojos, para ocultarlos, y regresé a mi casa.