Dos jóvenes palentinas aparecen en las páginas de la prensa por triunfar en las competiciones escolares y tal vez algún lector se pregunte si esto es relevante o no. Pues mucho, diría yo, para ellas y quienes los rodean, ya que los grandes desarrollos culturales, científicos o formativos, se han producido no solo gracias a medios disponibles sino también por la emulación, los buenos ejemplos, premios o trofeos: celebración otorgada a los mejores, pues esto anima al esfuerzo y a seguir trabajando. Es común en las ciudades y pueblos itálicos, donde tanta fecundidad de grandes talentos vemos, ver placas honoríficas o estatuas a sus ciudadanos y vecinos más memorables. ¿Por qué Florencia concentró a tantos genios en el Renacimiento o París en el siglo XIX? Porque les apoyaban, se estimulaban mutuamente en aquella concentración, se les celebraba y aplaudía y se les premiaba. Así actúan las mejores universidades del mundo, y se comprueba en que ciertos lugares del planeta son fecundos en grandes talentos que luego resultan utilísimos para el resto de la sociedad.
Por un lado, la alumna del IES Sem Tob de Carrión, natural de Villaherreros, Isabel Arnáiz, quien ganó la Olimpiada Matemática Española y con medalla de oro ha de ir a Kosovo para seguir compitiendo con otros cerebros europeos. Asimismo, sucede con Paola García, del IES Jorge Manrique, ganadora de Castilla y León, que destaca por su gran pasión por escribir y de la disertación victoriosa pasa a la Olimpiada Filosófica de España. Dos centros de enseñanza con nombres de grandes personajes, del pensamiento y la literatura, acogen a jóvenes que destacan y por ello son celebradas, célebres, apoyadas y premiadas. Otros, tomarán ejemplo de dichos talentos para luchar por el saber y si destrezas y conocimiento se premian, se animará a muchos a seguir los senderos hacia lo mejor.
Basta ya de ese pensamiento flácido, amorfo, que ha igualado todo por lo bajo. Café para todos, dicen, pero hay que dar pasteles a quien lo hace mejor y eso moverá hacia arriba a la sociedad, en vez de degradarla en un falso igualitarismo, como se ha hecho durante años.