Si es posible todavía la sinceridad en los medios públicos, he de ser sincero: me agrada la noticia. No puedo animar al delito, pero confieso que me resulta simpático lo que he leído: «Vandalizan los radares de tramo de Villoldo y Renedo». Siempre me llamó la atención que en unas tierras donde en las juergas nocturnas algunos jóvenes, vándalos, rompen bancos o farolas por divertimento, no atacaran con una escopeta, por ejemplo, o con pintura, a esos ojos inquisitoriales que cada vez plantan más en nuestras carreteras, con la excusa de nuestra seguridad. No vemos claro algunos esta supuesta seguridad, pues en ese tramo existen sobre todo largas rectas y los límites de velocidad en ciertas zonas a muchos nos parecen exagerados -con el actual código circulatorio en la mano-, tanto que es normal contemplar cómo se incumplen quizás en buena parte del tránsito, salvo donde se temen los dichosos radares. En este sentido, se diría que quienes ordenan estos artefactos espías son antidemocráticos, pues la mayoría no parece aceptar límites tan estrictos a la velocidad. La demostración de que no es por nuestra seguridad está en Alemania, donde en buena parte de su red vial no hay límites a la velocidad, sí en los pueblecitos o en la ciudad. No sufren muchos más accidentes los germanos que los que padecemos en España. En cualquier caso, estas son las leyes que nos imponen y habría que cumplir; ahora, además, envían a la Guardia Civil a vigilar el tramo que conecta Guardo con Palencia, pasando por Carrión de los Condes, ya que las temibles máquinas recaudatorias no funcionan. En vez de tanto radar podrían mejorar las condiciones del pavimento, cada vez más deteriorado en muchos sitios, también en las provinciales... Está claro que si vamos a la velocidad de los bueyes nadie parece que pueda sufrir un grave incidente... Para eso mejor ir en bicicleta o en un carro tirado por animales. Mucha seguridad dicen querer para el transporte, pero no la hay con la suelta continua de delincuentes o simpatizantes del terrorismo en nuestras calles. Vivimos entre numerosas contradicciones, políticas irracionales.