Julio César Izquierdo

Campos de Tierra

Julio César Izquierdo


Reveses

17/08/2024

En lo más recóndito de una cueva en la que ni las sombras se atrevían a entrar, pululaban un erizo y un asno con sueños tan disparatados como ellos mismos. El erizo, con su cuerpo crispado de púas, había asumido el insólito papel de cepillo de pelo, intentando alisar la melena del rucio, quien, por alguna razón insondable, aspiraba a convertirse en podólogo de urracas. Un buen día, mientras el erizo se afanaba en su labor de estilista improvisado, tuvo una revelación: ya no quería ser un simple cepillo de pelo. Su verdadero anhelo era convertirse en jinete de saltamontes. Mientras tanto, el burro, en su afán por mejorar su nivel, decidió aprender inglés, convencido de que las picazas apreciarían un pedicuro bilingüe. Pero había un inconveniente: moraban en una gruta tan profunda que no veían lo que hacían. Decididos a cambiar su vida, emprendieron una escalada épica hacia la superficie, enfrentándose a toda clase de obstáculos. Después de lo que parecieron siglos, alcanzaron la cima. Pero, en lugar de la gloriosa luz del sol, encontraron una lámpara de camping oxidada. La llama era artificial, pero en ese momento, algo mágico ocurrió: el borrico se convirtió en erizo y el erizo en pollino. Y lo cierto es que, aunque sus formas habían cambiado, sus quimeras seguían intactas. El nuevo erizo, antes asno, comenzó a cardar el cabello de su amigo, mientras que el nuevo jumento, antes erizo, se preparaba para su carrera como callista de urracas, ahora con la ventaja de hablar anglosajón divinamente. Iniciaron así una nueva etapa de reconversión, promovida por la envidia ajena y de la que libró por patas el saltamontes que no venía a cuento, pero que quería ser candil. Sea.