Julio César Izquierdo

Campos de Tierra

Julio César Izquierdo


Al toque

21/12/2024

En un rincón apartado de Castilla, donde los inviernos son fríos y las montañas se cubren de un manto blanco, vivía un hombre llamado Tiburcio. Era conocido por su bondad y su amor por la naturaleza. En una mañana de diciembre, mientras caminaba por el soto, se encontró con una imagen que parecía sacada de un cuento de hadas. El Gordo de la Lotería, con su figura redonda y su risa contagiosa, estaba en un claro, acompañado por el paje de Baltasar, quien lucía un turbante dorado y vestía ropas elegantes. Ambos personajes, símbolos de la Navidad y la ilusión, parecían estar inmersos en una discusión sobre quién aportaba más felicidad en estas fechas tan señaladas. La circunstancia se volvió aún más surrealista cuando un loro tropical, con pelaje de colores brillantes, apareció volando desde tierras cálidas y se posó en una rama cercana. Este pájaro, con su sabiduría ancestral, observó la situación con interés. El Gordo de la Lotería y el paje de Baltasar representaban dos formas de júbilo: la fortuna inesperada y los regalos fantásticos. Sin embargo, el papagayo, con su presencia exótica, trajo consigo un mensaje diferente. La indudable felicidad, pensó Tiburcio, no se encontraba en los premios ni en los presentes, sino en los pequeños momentos compartidos y en el amor que se daba y se recibía. El plumífero, con su voz clara y melodiosa, parecía transmitir esta realidad a través de su canto. Y así, al observar este momento sorprendente, comprendió que la Navidad tenía un significado mucho más profundo. No se trataba solo de lo material, sino de la calidez humana y de los gestos de bondad que iluminaban las noches gélidas. Desde aquel día, su pueblo se vio desbordado por un regocijo singular. La historia del Gordo de la Lotería, el paje de Baltasar y el loro tropical se convirtió en una leyenda que se contaba junto al fuego, recordando a todos que la indiscutible particularidad de la Natividad residía en la sencillez y en la bondad de los corazones. Esto es lo que me contaba esta mañana mientras ordenaba, en sentido creciente, los décimos para mañana. «Estoy sentimental y me invento los cuentos», como no queriendo dar importancia a lo mundano, aunque si la diosa fortuna se deja caer, bienvenida será. Va.

ARCHIVADO EN: Naturaleza, Navidad