Julio César Izquierdo

Campos de Tierra

Julio César Izquierdo


Al pelo

01/03/2025

Dice Tiburcio que es real. Tal y como lo cuenta, igual cuela. Relata con gozo que, en un rincón de la cabeza del Sr. Garcés, un peluquín llamado Penacho, vivía su peculiar aventura. Asegura que era un idealista incansable que anhelaba planear como un pájaro libre. Y que un día ventoso, mientras el dueño de la testa paseaba por el parque, Penacho sintió una ráfaga de esperanza. «Al que madruga, Dios le ayuda», pensó. Y con un esfuerzo titánico, se despegó de su sitio. Pero justo cuando estaba a punto de surcar el cielo, una mano repentina lo devolvió a su lugar. «Más vale pájaro en mano que ciento volando», y santas pascuas. Todo igual que siempre, que hay cosas que deben estar en su sitio por chunga que sea la circunstancia. Insiste: el sujeto anticipa y sale a dar una vuelta mañanera por las calles colindantes. Y fue allí, y no en otro lugar como dicen las malas lenguas (escupe Guadalupe), donde avistó un grupo de melenas rubias que reían al viento. «A la tercera va la vencida», se dijo con determinación. Esperó el momento perfecto y, cuando una suave brisa sopló, se impulsó con todas sus fuerzas. Para su deleite, se elevó y voló jacarandoso hacia ellas. Mas no debía ser de su agrado, que ya se sabe que «no es oro todo lo que reluce». Os lo apunto, reseña Tiburcio, porque cuando notaron su presencia, lo restituyeron a su origen, en caliente, con cajas destempladas. Velay, la vida es una injusticia que dijo el sabio Calimero. «No hay tutía», rezaban en una jeringonza propia de pelambres carnavaleras. Y no me pregunten más, que sigo dando vueltas a la moraleja por si la hubiere. De ahí que esté, como siempre, esperando el momento de tomar café. Que al parecer lo capilar tiene su guasa y su análisis, que unos saborean por siempre cabellos generosos mientras otros los pierden por la linde del quehacer. Que hay que ser tolerante con el que se injerta, con el que se rasura, con el que conserva e incluso con el que anhela lo que no tiene, siempre y cuando no haga daño a nadie. No lo olvides, me dice. Toma buena nota de mis consejos y si lo ves malo, la boina siempre te salvará. Nos lleva dando calor y sombra desde tiempos inmemoriales. A ver. «Hijo mío, que ni un pelo de tonto. Por estos lares no se estila».