No acaba nunca este invierno gris plomo o gris perla o gris marengo de cada día. Vemos el sol unas horas y de nuevo el gris: del color del mundo, y de las guerras y del gris casi negro de los crímenes. En realidad y llevándolo al mundo cromático que es tan interesante, el gris es el color de nuestros tiempos. En él caben los blancos, los negros, los azulados o los verdosos. Es un color muy agradecido. Un ejemplo: entre la toma de decisiones –las peregrinas digo-una de ellas se trata de permitir viajar a las mascotas con su dueño en los viajes del Imserso. Decisión importantísima esta para el futuro de España, y para paliar los dolores que está provocando la declaración de la renta en estos días. Sobre este tema de las mascotas viajeras, hay opiniones de acuerdo y en contra; al final de quién es la razón se queda en un gris muy feo, ya que mascotas no sólo son perritos pequeños y muy monos, porque además de los consabidos gatos, hay quien cuida loros, conejos, ratoncitos o tortugas. Antes entendías perfectamente las razones, porque respondían a una ética legal incuestionable. Hoy día no. La ética se la va inventando el personal por conveniencia, o por llevar la contraria y fastidiar al de enfrente, o por salvar sus partes a los suyos, y naturalmente para animar a los votantes. Entretanto mueren mineros, bomberos, niños en las odiosas guerras o en las odiosas venganzas, vicarias o no. El sentido de la libertad ha perdido su lustre y cada uno lo pone donde lo conviene: El caso Bretón con el libro El odio; el caso Revilla y la denuncia que le ha interpuesto el Rey; fotos sí o fotos no, a la princesa Leonor en bikini; profesores etarras dando clase a niños de centros en Navarra … son sólo algunos ejemplos de controversias diarias en las tertulias de los medios y entre la gente del común. La ética «antigua» tenía la costumbre de poner por delante el respeto antes que la propia libertad en este tipo de casos. Pero ahora es que no. Para qué hablar de los temas gordos que afectan a la judicatura en este país. Lo del respeto es cosa de chichinabo: lo que importa es el poder. Ese enorme poder que viste de un gris impoluto que todo lo disimula, lo aclara u oscurece a demanda. Ese color de la tristeza.