Quien fuera embajador de Estados Unidos en España hace una década, James Costos, dejó entonces una perla en una entrevista en El País Semanal que no conviene olvidar porque tenía una delicada connotación cuyo significado puede resumirse en tres palabras: aquí mandamos nosotros. En aquella entrevista, puño de hierro en guante de seda, dijo que no se olvidara que Internet era un invento suyo, tal cual, aunque guardó silencio sobre la verdadera intención de lo que quiso decir ¿fue una advertencia o un recordatorio de la fuerza de su país? Importa lo justo porque aquel comentario condensa la esencia de lo que es el poder y la fuerza. Costos fue nombrado por un gobierno demócrata aunque apenas se diferencia del actual vicepresidente de su país, el republicano J.D. Vance, quien acaba de apuntar algo parecido sobre el monopolio intelectual, esta vez, de la inteligencia artificial.
Cómo termine esta exhibición de lo que uno de sus compatriotas, Joseph Nye, denominó "poder duro" es impredecible, pero lo que sí está claro es que tanto las bravatas recientes como la aplicación generalizada de aranceles para proteger la industria norteamericana o la liquidación de normas oficiales conduce a un caos impredecible en los sectores comercial, industrial, político y social, entre otros de igual importancia. Hay ejemplos dramáticos en el pasado… hubo que recurrir a la ley Glass-Steagall (en vigor de 1933 a 1999), para separar las actividades de banca comercial e inversión, o a la Sherman Antitrust (1890), para provocar la desmembración de la Standard Oil, de John D. Rockefeller. De momento, a lo que asistimos es al posible Lebensraum que se cierne sobre Gaza para convertir la zona en un "Tío Sam Resort" del siglo XXI.
Aquí en España no parece preocupar este nuevo rumbo geopolítico. De momento el gobierno (PSOE y Sumar) protesta y critica este cambio de tendencia y la oposición mayoritaria (PP) guarda silencio mientras practica el silbo canario. Otra oposición, la minoritaria (Vox), mira feliz la escena aunque quizá debería ensayar El cambullonero, por si acaso. Si no cambian las cosas la letra es muy oportuna para entonarla ante los perjudicados de este país cuando empiecen a sufrir las consecuencias y pregunten.