Antonio Álamo

Antonio Álamo


Medallas

08/08/2024

Quienes siguen los Juegos Olímpicos de París pudieron ver el otro día la lesión de la atleta española Carolina Marín. Ganaba con cierta comodidad el partido cuando al responder a su contrincante hizo un mal giro y dañó su rodilla de manera que tuvo que abandonar la cancha. Estaba en semifinales y todo indica que hubiera accedido a la final. Lo suyo fue muy mala suerte porque situaciones como esta muy pocas veces se ven. Hay una parecida, la del velocista norteamericano Trayvon Bromell en los Juegos Olímpicos de Río como protagonista, pero en su caso logró terminar y abandonó la pista en una silla de ruedas. La marca que estableció años antes en 100 metros lisos, como junior, todavía sigue vigente. A él le falló el tendón de Aquiles y terminó último. Y hay otros ejemplos pero 2250 caracteres con espacios no dan para citar a muchos más.
Hay ciertas similitudes entre ambos casos ya que se trata de dos atletas cuyas lesiones fueron parecidas, se produjeron en circunstancias especiales, tuvieron lugar en una Olimpiada y los dos eran claros favoritos para optar a una medalla de oro. La diferencia más apreciable que los distingue, curiosamente, la han originado algunos estamentos oficiales y deportivos pero no los atletas. Veamos. El Comité Olímpico Español y la Federación Española de Bádminton solicitaron hace días al COI una medalla de bronce para la jugadora o -en su defecto- un bronce honorífico. No consta que organismo alguno de Estados Unidos hiciera lo mismo con Bromell. Años después el velocista llegó a la Olimpiada de Tokyo con la mejor marca mundial del año (9,77) y no pasó de semifinales.
Se entiende la petición de estas apesadumbradas instituciones deportivas españolas pero deja en el aire una pregunta incómoda de responder puesto que cuestiona no solo el espíritu del olimpismo sino también el que siempre ha inspirado cualquier práctica deportiva. Si cada vez que un deportista de alto nivel se lesiona hay que hacer una excepción y concederle un galardón estaremos convirtiendo el deporte en una institución de beneficencia en la que popularidad, afecto, compasión, reconocimiento y empatía importarán tanto como el resultado de quienes triunfan. El día que eso ocurra dará igual la victoria.