La noticia ha aparecido cuando Claudio Prieto tenía que cumplir noventa años, pero murió hace diez. Según los titulares, es «un genio de la música sin honores en Guardo». Además, «la localidad minera no dedica calle alguna a su personaje más ilustre.»
No hay interés por la cultura. Hay muchas calles dedicadas a desconocidos inanes o a nombres de ciudades, dedicarla a alguien memorable es útil y supone cierto reconocimiento. Anima, además, como ejemplo a imitar.
Gracias a que en Carrión de los Condes una vez pregunté quién era ese que en la placa callejera aparecía con su nombre, Rabí Sem Tob, comencé a investigar sobre este personaje: un moralista, decían. «Ya que somos de la misma tierra, ya que en los mismos paisajes su presencia se movía, aprendamos de aquella importante figura.» Descubrí que no solo era un moralista, sino un gran filósofo y poeta. Leí todo, lo suyo y lo que pude, casi todo sobre él, en diferentes lenguas. Me pareció fascinante. Hallé que firmaba como Santob de Carrión y había sido estimado por los reyes de su tiempo y luego por su compatriota, Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana. ¿Hebreo convertido al cristianismo? Lo leí, aunque no hallé certezas. En nuestro tiempo se redescubrió como una eminencia. Él mismo me lanzó a escribir un libro que hoy está publicado y en varios idiomas: Orígenes de la filosofía en español (Actualidad del pensamiento de Santob), con cierto éxito en el mundo académico y algunos que quieren ahora visitar nuestras tierras para conocer de cerca el ambiente donde se crio.
Una placa con un nombre ayuda a recordar y buscar, a pensar, tal vez a actuar. Otra cosa sería levantar un gran monumento, que requiere más fondos, aunque el personaje lo merezca. Si bien probablemente Claudio querría mejor que se hicieran conciertos de música y en ellos se incluyeran algunas de sus más memorables piezas. Era un compositor contemporáneo, pero con obra accesible para el gran público, gustosa para escuchar. Su carrera fue internacional. Cuando nos encontrábamos en Madrid era sencillo, humilde y de agradable de trato. Era, sin duda, un gran hombre.