Propongo sustituir el sintagma salud mental por el de salud social. Esta propuesta para afirmar la necesidad de un encuentro personal, social pues, entre alguien que manifiesta un sufrimiento o un malestar psicológico, y no sustituirlo por máquinas, por muy inteligentes que sean.
Ocurrencias como crear aplicaciones móviles que ofrecen ayuda psicológica, y así evitar el encuentro con un psicólogo, no solo lo pondrá peor todo, sino que nadie se responsabilizará de sus graves consecuencias para toda la sociedad. Es una idea que pretende cargarse el honesto y diario trabajo de tantos psicólogos que han luchado en décadas por evitar el tabú del encuentro presencial con un psicólogo. La noticia de creación de esas aplicaciones móviles no augura nada bueno: «A través de diferentes preguntas en la aplicación se ofrece una atención por parte de diferentes profesionales, y se solicitará tras completar un breve cuestionario online pata catalogar las necesidades de cada usuario». Nada se nos dice de cómo tratarán las aplicaciones móviles la adicción a los móviles de los más jóvenes, si se les evita ir a hablar de ello a un psicólogo. También nace de mi increencia en que sea la mente la causante de los problemas de salud mental. Como exclamara hace poco un joven sabio: «no tengo suficiente con estar loco que encima me llaman enfermo mental».
Y también nace de mi profunda convicción de que es el encuentro social, el encuentro con el pasillo, con la ciudad, con la cultura, con el lenguaje, lo determinante en la salud. Luego, sin desentrañar ese enigma, el modo de vínculo social de cada quien, no avanzaremos un milímetro en la cura o en la estabilización o en la rectificación subjetiva. Y, por último, no hay salud mental individual, hay salud si los otros están sanos y las desigualdades no son sangrantes, si los desequilibrios no nos ponen de los nervios, si los agobios y los requerimientos de los ideales no nos perturban, si el desamor no nos visita, o si la vida laboral y sus condiciones se hacen insufribles. No hay salud si no sabemos resituarnos frente a la mirada del Otro, es decir su juicio. El egoísmo de sálvese quien pueda no es muy edificante, y además tiene muy mala vejez. El egoísmo de cultivar el propio jardín a lo Rousseau, y desentenderse del lazo social, del asociacionismo, de los problemas comunitarios sólo conduce a la ipsación.