Julio César Izquierdo

Campos de Tierra

Julio César Izquierdo


Perchas

01/02/2025

En un rincón conocido de un antiguo vestíbulo, el perchero Jonás observaba, con paciencia, el devenir de la vida cotidiana. Un día, el elegante sombrero Valerio encontró acomodo en uno de sus ganchos, dejando atrás las aventuras de su jefe. Con su perfil panamá, suspiraba en silencio. Había sentido de todo: lluvias torrenciales, paseos por avenidas y noches de jazz en clubes clandestinos. Y desde su nuevo puesto de vigía, comenzó a compartir pensamientos con el clavijero. «Hoy vi al dueño mirar al cielo con una sonrisa. La ciudad brillaba después de la tormenta, y los charcos reflejaban los colores del atardecer. En esos momentos, siento que soy parte de algo más grande, algo mágico». Jonás, que había sido testigo de tantas milongas, alegrías, miserias y cuentos, escuchaba atentamente. Aunque no podía moverse ni hablar, sabía que su presencia reconfortaba a Valerio. Porque en el fondo, el guion llevaba escrito mucho tiempo. En su quietud, el perchero transmitía su mensaje: todos somos testigos de la existencia, y en nuestra inmovilidad, encontramos nuestro propio significado. El sombrero comprendió. Ya no era solo un accesorio, sino un guardián de acontecimientos. Con el paso de los meses, se convirtieron en confidentes taciturnos, compartiendo el espacio y el tiempo. Sintieron como cada visitante que colgaba su capa traía consigo una nueva leyenda, y el alado, desde su posición privilegiada, reflexionaba y tomaba nota. Una noche (alguna tenía que ser) la antecámara se llenó de murmullos y risas. Una fiesta inesperada trajo consigo una variedad de gorros, chalinas y tabardos. Valerio, por fin, se sintió parte de una comunidad y se dio cuenta de que no estaba deshabitado en sus pensamientos. Ahora sí, cada objeto tenía su propia narrativa. Juntos formaban un tapiz de experiencias y memorias. Jonás, con su firmeza y paciencia, sostenía no solo el peso de los gabanes, sino también el compromiso de los aconteceres. El sombrero comprendió que su existencia tenía sentido en el contexto de los demás. Así me lo cuenta Tiburcio, afirmando que es posible que falte algún párrafo. Es la hora de salir a tomar el café. En el enroje algo arde. Observo que la boina está en la mesa y la chaqueta cerca del tresillo. Sea.

ARCHIVADO EN: Jazz, Panamá