Queridos lectores, paz y bien.
Allá por 1994, se publicó una larga entrevista que Vittorio Messori había hecho al Papa San Juan Pablo II. Aunque el proyecto se venía fraguando desde 1993, vio la luz un año después. Joaquín Navarro-Valls explicó el sentido del título, elegido por el mismo Papa, con una frase que oyó a Juan Pablo II: «Quería abrir una puerta, sin obligar a nadie a pasar adentro». El portavoz añadió: "Se puede decir que este libro estaba en la lógica del pontificado: en la lógica del Papa que dialoga con los periodistas, que va al encuentro de la gente y que, en un determinado momento, llega a exponer el magisterio de la Iglesia de una forma absolutamente inédita. Antes o después, tenía que llegar". Treinta años después, el hablar de la Iglesia va siendo dialogar.
Comentando el libro, el entonces cardenal Joseph Ratzinger dijo: «En tiempos pasados, los críticos de la religión formularon la tesis de que fue el miedo lo que creó a Dios y a los dioses. Hoy experimentamos lo contrario: la eliminación de Dios ha generado miedo, que está escondido en el fondo de la existencia moderna. El hombre de hoy tiene miedo de que Dios pueda existir de verdad y de que sea peligroso. Tiene miedo de la dimensión oscura e imprevisible de un mundo que él ya no atribuye a una razón amorosa sino al juego del azar y a la victoria del más fuerte».
Ese miedo precipita a la humanidad a un estadio en el que la barbarie acecha a la libertad y a la dignidad de todo ser humano. El miedo paraliza, sitúa a la defensiva, divide a la sociedad en amigos y extraños, o al menos en partidarios y enemigos. El miedo mata la alegría y la esperanza, y deja como tristes alternativas vitales, a la hipocresía o al cinismo. No se trata de que ya no se cree en Dios, se trata de que ya no se cree en la humanidad. El antídoto para esta regresión y caída es la esperanza. Y para acceder a ella, no hay portones de madera y hierro, sino un tenue umbral que lo traspasa el deseo humano.
En efecto, las puertas son un elemento esencial en los jubileos de la Iglesia católica. En los jubileos ordinarios, como lo es este del 2025, las cuatro puertas que se abren son las de las principales basílicas romanas. Hoy, en la catedral de Palencia, entronizaremos un crucifijo gótico procesionando desde San Bernabé hacia la seo, y entraremos por la puerta del Salvador. En esta época que apenas se celebran matrimonios, y por ello me resulta evocador, o como una provocación que sea la también llamada puerta de los novios aquella que dará acceso a los peregrinos jubilares al interior del templo. Siguiendo el lenguaje esponsal, Dios quiere hacer una alianza de amor con toda la humanidad, y por ello respeta hasta el extremo nuestra libertad.
A lo largo de todo el Año Jubilar, se hará el encontradizo en los lugares más insospechados, en la calle, trabajo, lugar de estudio, de ocio, hospitales, cárcel... De una manera más explícita en el seno de las comunidades cristianas, y de modo extraordinario para los palentinos, en su catedral y en el camino lebaniego castellano. El reto es pasar el umbral, no quedarnos fuera, por miedo, por viejas heridas, por lo que me pasó o me hicieron. Encontrase con Jesús el Señor de un modo vivo y personal, encaminarnos a la meta de la vida, invitados por Él y de su mano, es haber cruzado ese umbral.
Acceder a la mirada del prójimo, del otro, del lejano y acogerla sin juicio, sino con una bendición en el corazón es cruzar ese umbral. Compartir vida con indigentes, vulnerables, heridos, solos, es entrar en el Reino, es construir la civilización del Amor y de la Vida. Los cristianos estamos dispuestos a hacer alianza con todos nuestros hermanas y hermanos que no se resignan a ser piezas de la maquinaria del sistema que uniforma y reduce a piezas de un engranaje totalitario.
"Incipit exire qui íncipit amare", decía San Agustín. Comienza a salir quien comienza a amar. Tal vez ha llegado el tiempo de abandonar Egipto, Asiria o Babilonia, y volver a Jerusalén, volver a casa. Ese hogar donde todos caben, donde todos somos acogidos y esperados. Todo un Año Jubilar de la Esperanza para salir de la trinchera, derribar los muros y para atravesar la puerta.