Javier San Segundo

Ajo, guindilla... y limón

Javier San Segundo


La otra estrella

14/12/2024

En el mundo de la gastronomía, donde los chefs lucen chaquetillas inmaculadas como superhéroes con capa, hay un grupo de silenciosos que merecen tal, mismo o más reconocimiento: los ayudantes de cocina. Sí, esos titanes incansables que parecen tener más brazos que un pulpo y más paciencia que un santo. Los Guardianes del Orden (y del Cuchillo Bien Afilado)
Mientras el chef titular se toma su tiempo para crear «la obra maestra», los ayudantes de cocina están ya tres pasos por delante, pelando, picando y preparando. ¿Quién corta la cebolla con precisión quirúrgica mientras llora en silencio? El ayudante. ¿Quién saca las espinas del pescado como si fuera un cirujano experto? El ayudante. ¿Quién se traga las críticas del chef y sigue trabajando con una sonrisa? Sí, el ayudante.
Multitarea Nivel Dios!!! ¿Quién más puede batir una bechamel, pelar patatas, vigilar una reducción y además reponer el aceite en la freidora sin derramar una gota? Mientras el chef dicta como un director de orquesta (y, a veces, con el mismo dramatismo), el ayudante está haciendo todo a la vez. Y ni siquiera necesita la ovación final. Solo necesita que alguien le dé un «buen trabajo» y, tal vez, ni eso.
Seamos honestos, si tu plato principal llega perfecto a la mesa, seguramente sea gracias a que el ayudante lo montó con una delicadeza que rivaliza con la construcción de un castillo de naipes. Y, en algunos casos (que no vamos a mencionar para proteger a los inocentes), los ayudantes son los que verdaderamente «rescatan» el plato. ¿Un poquito más de sal? ¿Una salsita bien emulsionada? Esas manos mágicas son, en realidad, las del ayudante.
MacGyver en la cocina. ¿Se rompió el horno? No pasa nada, el ayudante tiene un plan. ¿Faltan ingredientes? Tranquilo, el ayudante sacará un sustituto titular. ¿Un comensal pidió un cambio imposible de último minuto? El ayudante ya está resolviendo el problema como si fuera norma. La Estrella que nunca se lleva el brillo.
Así que, la próxima vez que estés en un restaurante y pruebes un plato espectacular, haz una reverencia imaginaria al ayudante de cocina que probablemente hizo el trabajo sucio (y limpio) para que todo saliera perfecto. Porque aunque no lleve una chaquetilla con su nombre bordado, son auténticas Estrellas Michelín de la vida real. Bravo, ayudantes de cocina, ¡os merecéis esta ESTRELLA!