Jesús Mateo Pinilla

Para bien y para mal

Jesús Mateo Pinilla


Puigdemont y rocambole

20/08/2024

De Puigdemont, a estas alturas, se ha dicho todo: de su papel ideológico en Junts, de los pactos del partido independentista con el Gobierno, de su facilidad para escapar de la justicia, del conocimiento de su equipo en los tribunales europeos, pero no debemos olvidar su capacidad de sorprendernos.
Nos gusta romper lo inquebrantable, escapar de encierros, competir y ganar en el trile, porque esas ilusiones cumplidas provocan emociones inclasificables en el chibalete de la existencia humana.
Desde Arsenio Lupin el personaje anarquista de Leblanc nos sorprendieron Ruiz Mateos con sus huidas, Carrillo con peluca para acceder a España, los disfraces talares curiles, o frailunos y las carpas de prestidigitación de Puigdemont o su uso del Panamá como cobertura de distracción.
Es la ilusión del prestidigitador, ¿Qué sacará de la chistera, una rana o una princesa? ¿conseguirá escapar de las cadenas el nuevo Houdini, bajo el agua? Actuaciones circenses, teatrales, de resultados imprevistos que crean en el hombre la ilusión de la prestidigitación, el pasmo y nuestra sociedad machacada por lo real necesita ilusión, nuevo futuro. Solo es mentira lo que parece cierto. Pocos o nadie hablan del mitin, del espacio donde se produjo… pero mucho se ha hablado sobre el Puigdemont escapista. Interesa más.
Hacia los años veinte, para paliar la falta de noticias a diario, se incluían en los periódicos los folletines, novelas adosadas por entregas: románticas, trágicas, o grandes obras fraccionadas, como las de Victor Hugo o el Miguel Strogoff de Verne. Y una de las más famosas fue obra de un periodista francés, Ponson du Terrail, a quien superaba en fama su personaje: Rocambole. De sus acciones, nació Rocambolesco.
Personaje aventurero y ladrón, pero siempre, gentilhombre. Es la transición entre lo gótico, el folletín y el héroe de ficción moderno de la novela de aventuras. Y lo verdaderamente interesante son las soluciones cuando ya todo parece perdido, soluciones inverosímiles, que pueden pecar de estrafalarias, pero son también las de Puigdemont.
La última palabra, la dernier mot, nunca la dicen.