Julio César Izquierdo

Campos de Tierra

Julio César Izquierdo


Arena

14/09/2024

En un rincón olvidado del cosmos existía un péndulo de arena mágico llamado Cronos. Cada grano representaba un momento en la vida de los seres humanos. El transmutado dios griego, con su figura imponente y su tic-tac constante, observaba cómo las partículas caían incesantemente, marcando el paso de la existencia. Un día, decidió hacer un viaje a la Tierra para entender mejor cómo los hombres percibían su influencia. Al llegar, se encontró con un anciano llamado Don Tiempo, que vivía en una pequeña cabaña rodeada de relojes de todas las formas y tamaños. El caballero, con su barba blanca y su mirada leída, le dio la bienvenida. «He esperado tu visita durante siglos. Ven, siéntate y observa conmigo». Y juntos miraron a través de una ventana telúrica que mostraba escenas del quehacer cotidiano. Vieron a un niño aprendiendo a caminar, a una joven enamorándose por primera vez, a un adulto trabajando arduamente y a un octogenario recordando sus días de juventud. «Cada momento es único y precioso», reflexionó Don Tiempo. «Los individuos a menudo se preocupan por el mañana o se lamentan del ayer, olvidando lo presente». Cronos asintió, comprendiendo la cognición de sus palabras. «Es cierto. Mi balanceo constante puede ser tanto una bendición como una maldición. Algunos me temen, otros me ignoran, pero todos deben aprender a convivir conmigo». Don Tiempo sonrió. «El secreto está en encontrar el equilibrio. Aceptar que el pasado no se puede cambiar, que el futuro es incierto y que lo actual es la única evidencia demostrable». Cronos, conmovido por la sabiduría de Don Tiempo, decidió dejar una ofrenda al mundo. Con un gesto de su mano, hizo que todos los relojes del planeta se detuvieran por un breve instante. En ese momento, todas las personas sintieron una paz profunda y una conexión directa con su yo más cercano. «Espero que esta pequeña dádiva les ayude a apreciar cada segundo», dijo antes de partir a su origen. Desde entonces, los mortales comenzaron a valorar más el aquí y el ahora, recordando que el lapso es un compañero constante y que cada grano de arena que cae es una oportunidad para sentir plenamente. Es lo que acaba de soñar Tiburcio. Al despertar ha balbuceado un evidente «Tempus Fugit, Memento Mori». 

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