Durante el verano hemos visto, oído o leído sobre recreaciones históricas que se han celebrado en los pueblos, donde los vecinos representan un hecho histórico relacionado con sus orígenes, lo que genera una actividad colectiva y de convivencia que meses atrás se ha ido preparando a través de guiones adaptados, vestuario, decorados, ensayos.
Este humilde reconocimiento a la Historia (con mayúsculas) de nuestro entorno supone aportar un granito de arena a la Historia de España, que a lo largo de los siglos ha devenido en nuestra sociedad actual. El conocimiento de la Historia permite tomar conciencia crítica de la situación social de nuestro presente, a través del análisis crítico del pasado. Nuestra Historia como país nos dice de dónde venimos y nos enseña a entender dónde estamos y a dónde queremos ir. Lo que hicieron, aprendieron y crearon nuestros antepasados ahora es parte fundamental de lo que hoy somos como sociedad.
Por eso no se entiende el empeño que tienen nuestros gobernantes actuales en obviar las bases de convivencia social que provocaron la evolución positiva de España desde hace casi medio siglo, gracias a los protagonistas de la Transición -aquellos preparados gobernantes y políticos, denostados por los actuales, y, sobre todo, nuestros abuelos y padres-, cuando salimos de una dictadura franquista -de tanto mencionarla, parece que al presidente Sánchez le contagian sus formas-, y entre toda la sociedad construimos nuestra Democracia, avalada por los ciudadanos con la Constitución Española, que garantiza nuestra convivencia en un Estado de derecho, conforme a un orden económico y social que ha posibilitado nuestros servicios públicos, y cuyos valores sagrados -no lo olvidemos nunca ni dejemos de practicarlos- son la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.
Y la educación -incluido conocer nuestra Historia y los valores democráticos- es uno de los factores que más influyen en el avance y progreso de nuestra sociedad.