Carmen Quintanilla Buey

Otra mirada

Carmen Quintanilla Buey


Etapas

11/01/2025

Tal vez tengan razón los encargados de escudriñar en los temas del progreso, que escarban hasta el fondo entre  los avances sociales.... en lo de estar mejor o peor que hace tanto tiempo.... en lo que se pudo hacer, y no se ha hecho......no sé, pero lo evidente es que todo  ha cambiado, y mucho. Estas cosas son propias de los tramos que impone la vida. El transcurso del tiempo no para, es incansable pero nos obliga a seguir su ritmo, de mejor o peor gana. La fiesta de los Reyes Magos cierra con broche de oro los trasiegos festivos.
Recuerdo la etapa  navideña de mi niñez repartida por pueblos palentinos, donde mi familia tenía sus arraigos, y donde el cariño, la nostalgia, los reencuentros, las normas y costumbres, lograron que mis padres, entre niños, maletas, abrazos , y sobre todo muchísima Paz, consiguieron ser muy felices y valorados. Y aquellos Reyes Magos, que nos dejaban cosas en zapatos, no se parecen en nada, a los Magos modernos. Mi abuela, me  confeccionaba muñecas.....guantes...gorros....que formando un conjunto con cuentos de Calleja,  y paquete de  caramelos... ¡ ya  me conformaba.!  Aquellos Monarcas no conocían ni los patinetes eléctricos que se llevan de calle al viandante......ni los teléfonos móviles,...ni los mandos a distancia......¡ a lo mejor, al ser tan Magos, lo sabían, pero se callaban  porque cargar con todo ese lío en los camellos hubiera sido imposible !  Pero la parte relativa a la unión familiar, superaba a la actual : Las sobremesas, eran largas, amenas, mientras se picoteaban castañas asadas, piñones, higos pasos, orejuelas, rosquillas de palo...vino de bodega casera.....
Según me cuentan, yo fui  una pequeñaja muy repípi, el cura párroco de Magaz me quería mucho, y le decía a mi madre : --  Bea, esta chiguita tuya no se deja nada en el tintero. ----Ya se ve, que yo presentía que lo del tintero y la pluma iban a ser parte de mí. Y cuando en Navidad los niños cantábamos o recitábamos ante el Belén, exigía que lo correspondiente a mí tenía que componerlo yo. No aceptaba lo prefabricado, me gustaba, y me gusta lo  espontáneo en la niñez. ¡No tengo remedio, era y soy muy cabezota.  Y ya pasado el villancico, vamos a escalar sin tropezones la cuesta de enero que promete ser larga  y con curvas.