Arturo J. Pinto

El rincón del abad

Arturo J. Pinto


Una semana para la esperanza

12/04/2025

Educado en el cristianismo y en las tradiciones religiosas en mi pueblo, en mi niñez recuerdo la Semana Santa en torno a los actos litúrgicos, en una época de más recogimiento familiar -torrijas y rosquillas incluidas- y vecinal, donde el ocio invitaba a jugar al fútbol o a la tanguilla. Con el paso del tiempo, en el inicio de mi edad tardía, vivimos una revolución social permanente donde prima más vivir lo inmediato, menos reflexivo, en una sociedad más laica y donde los valores humanos se adaptan inexorablemente en una sociedad más materialista.
Por eso viene bien bajarse en marcha unos días, en Semana Santa, ya estés entre familiares o amigos, en la ciudad, en el pueblo o en la playa. Se trata de una pausa justa y necesaria para salir de la rutina, para descansar, tomar energías y continuar con mejor actitud los meses siguientes; y también para intentar vivir un período de reflexión e interiorizar sobre las acciones de cada uno de nosotros.
Para los cristianos la Semana Santa no es sólo la conmemoración de un acontecimiento, es la contemplación del amor de Dios que permite el sacrificio de su hijo Jesucristo con el mensaje de esperanza por volver a la vida resucitado. Independientemente de las creencias religiosas, la Semana Santa tiene una connotación espiritual que nos transmite valores de esperanza, humildad, gratitud, amor, alegría, justicia, coraje, de servicio a los demás… Y esto nos invita a reflexionar, en estos días de descanso y ocio, para rescatar nuestros valores que nos hemos dado en sociedad, algo deteriorados en los últimos tiempos: la solidaridad, la convivencia, el respeto… 
Quizá es el momento de preguntarnos qué hacemos para ser mejores en nuestro entorno personal, o cómo nos implicamos como ciudadanos, con más conciencia crítica individual, para mejorar nuestra vida en sociedad (como vecino, trabajador o estudiante), en nuestro país, como ciudadanos libres en un marco de una convivencia que está suficientemente establecida y avalada por nuestra Constitución Española, que los poderes públicos deben proteger.

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