Hacía bastante tiempo ya que no dedicaba este espacio a uno/a de los nuestros/as, y ya tenía ganas de dar a conocer a una saldañesa enamorada del vino, y del vino de Jerez, como pocos.
Conocí a Paloma Tovar personalmente cuando realizó ese maravillosos Sherrymaster de González Byass, que cada septiembre alegra la existencia a unos 40 apasionados durante un par de gloriosos días.
En su recuerdo y memoria de la infancia, sus temporadas vacacionales en Saldaña, desde los veranos hasta las fiestas locales. Allí siguen sus amigas de la peña, y viven su hermana y sus sobrinos.
La sumillería la atrajo viendo, como comensal, esa figura de la sala que hace disfrutar a sus clientes, completando la experiencia culinaria con su elegancia y los aportes de su conocimiento en la materia. Así desarrolla su labor, con la motivación del aprendizaje diario, a través de su trabajo en el madrileño restaurante Treze (donde el chef Saúl Sanz es uno de los mejores exponentes de la cocina de la caza en la capital) y absorbiendo de clientes y proveedores. Su vida la tiene bastante hecha en Madrid, donde se ve ubicada al menos hasta que, dentro de muchísimos años debido a su juventud, se pueda retirar en Jerez y poder alimentarse de su magia sorbo a sorbo y bodega tras bodega, como manifiestan su pasión, su eterna divulgación de los vinos jerezanos cada vez que tiene oportunidad en el día a día o en catas y entrevistas, o incluso con alguno de sus tatuajes en el que los rinde homenaje.
Como muchos del gremio, sus mayores aficiones giran en torno a la mesa, ya sea cocinar, viajar o salir a comer y, en su caso, que comparte vida con un fantástico cocinero y sushiman, seguramente este ocio le resulta algo más fácil. Si quieren conocer a Paloma, y más si les gusta la caza, acudan a Treze; y si les gusta la comida japonesa, el restaurante Umiko es uno de los mejores de Madrid para disfrutarla.
Los lugares icono de Saldaña para Paloma son el Bar Robles y El Bodegón, el primero por los cangrejos con salsa picante y las croquetas de huevo, y el segundo por la cecina. Y de Palencia, El Chaval de Lorenzo, por el cariño que siempre ha recibido de José Antonio y familia cuando ha ido, y lo bien que ha comido siempre allí.