Ilia Galán

Ilia Galán


Ladrón de todos

16/12/2024

Acaban de detenerle, menos mal. Tal vez creyera él no ser tan malvado pues robaba a instituciones públicas, las que dirigen los políticos, tantas veces malhadados, mas no haya excusa válida, pues era los ayuntamientos los que robaba, varios, varias veces, hasta que, por fin, afortunadamente, lo atraparon. Y es que robar a lo que nos ayunta o junta es robar a sus ciudadanos, pues nuestras instituciones públicas se sostienen con los impuestos, extirpados dolorosamente de nuestros salarios, con nuestros sudores, esfuerzos y sufridos insomnios. En Palencia fue capturado el malhechor y esperemos no vuelva a delinquir contra nosotros.
Nunca acepté la sofística excusa de que eso no es tan malo, que nada pasa por ello, como cuando alguno robaba libros en una librería, considerando ricos a los otros y expropiables sus objetos, objetos de deseo injusto, avaricia infame. Más terrible me parece todavía robar en una biblioteca pública, pues no solo se hace daño a uno sino a muchos posibles usuarios. Terrible sería substraer las figuras de un belén navideño o los adornos que las alcaldías ponen en nuestras calles para animar al general regocijo de las fiestas que se acercan, como quien sustrajera una bombilla de un conjunto de artificiales estrellas que fueran ornato de una pequeña arboleda. No es hermoso robar el sol ni la estrella y, aunque haya algunos gobernantes desvalijadores, y muchos malversadores, no tenemos derecho a criticarles si seguimos su fétido ejemplo y nos volvemos como ellos. ¡Cuántos Hitleres habría si les dejaran tomar el mando! ¡Cuántos que critican a los ricos o a los poderosos si llegaran a estar en el puesto envidiado harían lo mismo que los criticados e insultados! Es feo robar, feo ser malo, porque estamos en este mundo para apoyarnos unos a otros y construir algo mejor de lo que recibimos. Algo que a menudo se olvida, porque nos entretenemos demasiado con nuestro ombligo. El ombligismo, sea narcisista o simplemente egoísmo no ayuda a la felicidad. La Navidad nos recuerda la hermosura del compartir y no hay nada que haga a uno más feliz que procurar la felicidad de quienes nos rodean.