Había por ahí una versión rural y festivalera que entonaba aquello de «tractores, cosechadoras, tres o cuatro empacadoras». Y luego seguía con otras letanías de asueto y alegría que amenizaban vermús y limonadas al son de la música charanguera. Cantares por su sitio en el lugar de marras. Pero ahora, ya ves, la herramienta agrícola se ha vuelto un poco más urbana a la par que reivindicativa. Así, las ciudades, grandes y pequeñas, han conocido de primera mano a las máquinas que labran y siembran. Artefactos gigantescos dotados de la más alta tecnología y que cuestan un ojo de la cara. Y que son manejados por hombres y mujeres del campo que han decidido lanzar un ¡basta ya! Seguro que habrá opiniones para todos los gustos y muchos se habrán cabreado con los cortes de circulación, los atascos, los desvíos y el sonido repetitivo de bocinas y pitos. Es lo que hay. Algunos dijeron hace tiempo que la próxima revolución tendría carácter rural. Y, sin llegar a ser tan tajante y melodramático, es muy posible que la actual movilización traiga consigo otras desde los movimientos de la mal llamada España Vaciada, sin dejar de lado a otros colectivos como el de los cazadores, por citar alguno. Vaya usted a saber. Porque tampoco hay que olvidarse de aquello de a río revuelto, ganancia de pescadores. No estaría mal, con todo, preguntar al respetable, a la calle, al ciudadano de a pie, si han quedado claras las reivindicaciones y sus motivaciones. O si las que van por libre son diferentes a las convocadas por las organizaciones agrarias o si las unas son complementarias de las otras. Yo creo, de verdad, que los mensajes sí van calando y que la opinión pública tiene muy claro que el sector primario es tan necesario como siempre. A fin de cuentas, comer hay que comer, al menos de momento, hasta que inventen otra cosa -que no parece-. Y en medio del jaleo, seguirá escuchándose lo de que están muy subvencionados y que tienen muchos privilegios. No sé. Pero algo estará pasando cuando salen muchos y en numerosos lugares y países de la Unión Europea. Toca hablar más y entender que su bienestar es nuestro alimento y que pagar precios justos es tan solo la punta de lanza. Y habrá que ser sostenibles en igualdad de condiciones. Sea.