Arturo J. Pinto

El rincón del abad

Arturo J. Pinto


Los pueblos no solo son para el verano

25/07/2024

Cuando éramos pequeños se solía decir que en el mundo hay dos clases de personas: los que tienen pueblo y los que van al pueblo de su familiar, amigo o vecino. ¡Qué recuerdos tenemos tan entrañables, donde hicimos buenos amigos, hoy aún recordados, pero que hace mucho que no vemos! Quizá sea el momento de recuperar las antiguas y buenas costumbres de pasar las vacaciones en el lugar que nos vio crecer, o en el que pasábamos el verano con nuestros familiares o amigos.
En verano los pueblos se convierten en refugio y en una oportunidad para volver a nuestros orígenes, cuando estábamos más en contacto en la calle, en la naturaleza, con mucha imaginación, juegos sencillos y participativos al aire libre, hoy tradicionales, que contrastan con la complejidad y el aislamiento que conllevan los videojuegos o dispositivos electrónicos -ya no digamos las redes sociales- que acaparan la atención de niños y adultos en las ciudades.
Al veranear en el pueblo las familias redescubren un ritmo más pausado y cercano a la naturaleza; las conversaciones no se miden en caracteres, sino en palabras y miradas; las comidas son un ritual comunitario, donde se comparte mucho más que alimentos. En los pueblos el tiempo adquiere otra dimensión, se valora la espontaneidad, la charla en el banco o en el bar, el paseo del atardecer, el rato en el huerto… Es un momento para reconectar, no solo con los demás, sino también con uno mismo. El verano en el pueblo es una oportunidad para que las nuevas generaciones experimenten y valoren una forma de vida que, aunque aparentemente anacrónica, es más relevante que nunca.
En los pueblos la vida es más cercana, más colectiva, y con más jóvenes. Las fiestas patronales se mantienen en sus fechas, pero se refuerzan en verano, donde la población a veces se duplica; donde hay mucha más gente infantil y joven, además de adultos y mayores, para los que el ayuntamiento de turno se vuelca en organizar actividades de ocio y festivas (juegos, deportes, verbenas, romerías, tradiciones, recreaciones históricas…) que impliquen el divertimento, la participación, la colectividad en torno al nombre de su pueblo, que llevan a gala.
Cierto es que el crecimiento de población veraniega genera más problemas de mantenimiento de servicios públicos en los pueblos, que los ayuntamientos intentan mantener con sentido común, pero les viene bien a los pequeños negocios de proximidad, como las tiendas de alimentación y de otro tipo, además de bares, restaurantes, chiringuitos, complementario a la actividad del sector agropecuario o las pequeñas industrias locales.
En las últimas décadas la mayoría de los pueblos han mejorado en infraestructuras municipales y servicios, sí, pero los condicionantes laborales y de estudios medios y superiores han despoblado, en mayor o menos medida, el medio rural, algo de lo que se lleva hablando desde hace años, sobre todo cuando llegan las elecciones, pero que hay que abordar con sentido común, teniendo en cuenta que nada será igual, pero que las personas que residen y mantienen vivo los pueblos todo el año merecen el mismo respeto institucional en cuanto a la prestación de servicios públicos y en cuanto al refuerzo de los pequeños negocios de proximidad y el empleo, a través de medidas flexibles a su realidad: menos impuestos, más apoyo al emprendimiento, mejores comunicaciones viarias y de telecomunicaciones, más posibilidad de vivienda en el medio rural, mejoras en la sanidad y los servicios sociales…
A pesar de los problemas de conexión, vivienda o sanidad, después de los meses más duros de la pandemia, en la medida de sus posibilidades muchas personas, sobre todo jóvenes, han elegido  el pueblo como destino para trabajar, como destino vacacional o residencial principal… Pues bien, habrá que apoyar esta inquietud para estar en el medio rural como modo de vida.
Los que tienen pueblo, tienen un tesoro, sí, pero que hay que cuidar todo el año, y los que vienen solo en verano o fines de semana, además de evitar más estar a la defensiva porque no hay luz o agua, estaría bien fueran corresponsables para apoyar al municipio y sus vecinos que valientemente viven todo el año con sus proyectos de vida, con el denominador común de garantizar el presente y el futuro del medio rural.
Que no haya verano sin pueblo, sí, pero que los pueblos no sean solo para el verano.

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