De todas las imágenes posteriores a la tragedia de Valencia hay una que a simple vista parece entrañable, y lo es, aunque ofrece una segunda interpretación porque además del plano emocional también puede contemplarse desde una perspectiva profesional. La imagen es reciente y pertenece a un programa televisivo. Aparecían tres personas, la entrevistada, un familiar y el entrevistador. La entrevistada, de 91 años, parecía abrumada tras quince días sumida en el desconcierto y el sufrimiento. El entrevistador, no ella, era el protagonista de la entrevista y con la mano derecha sujetaba el micrófono mientras que con la izquierda cogía una de las manos de la mujer. La conversación, más bien un monólogo, sacaba a relucir otro drama, este familiar, porque la mujer había perdido el piso a manos de un nieto.
Seguramente habrá quienes piensen que las buenas acciones merecen una recompensa y que coger la mano a una persona mientras se la entrevista es lo correcto. Bien. Y lo mismo podría decirse de quienes en un telediario han cerrado su noticia sobre Fernando Alonso felicitándolo por su cumpleaños o por su victoria. Pero… ¿en qué quedamos, hacemos información, interpretación u opinión o nos dedicamos a adaptar el famosísimo consultorio radiofónico de Elena Francis a la televisión y a felicitar cumpleaños y victorias? Ya solo faltaba esto. Además de protagonistas de entrevistas, noticias y crónicas también nos hemos reconvertido en una especie de socorristas y en adalides de las palabras de consuelo y en enemigos de una información atractiva y seria. Y contrastada. En teoría, el oficio tiene una función social muy diferente a la que ahora ofrecen quienes hunden sus rodillas en el barro, se ceban en asuntos familiares y no guardan la mínima distancia con los entrevistados. Con un tratamiento de usted, sin ir más lejos.
Muchas personas pensarán que los tiempos cambian y que estas nuevas fórmulas son tendencia ahora. Perfecto. Así pues, nada puede objetarse desde el instante en que además este modelo ya era conocido y lo vio venir Guy Debord, tal como lo reflejó en su obra La sociedad del espectáculo hace más de cincuenta años. Un día de estos el festival de Eurovisión lo ganará un periodista. Al tiempo.