Parece ser que la caja tonta está teniendo verdaderos problemas últimamente con las programaciones y los niveles de audiencia, y todo son cancelaciones y cambios de horarios arriba y abajo, o bien traslados de figuras de la presentación de aquí para allá, siempre los mismos, como un círculo, y no obstante no consiguen el éxito que parece ser que esperaban. He leído que dicen que ya está bien de telebasura y que quieren promocionar programas de un tono más familiar. Pues ya era hora. Aunque lo dudo, ya que después de casi dos décadas sometiendo a las masas televidentes a programas ética y estéticamente insufribles, estas acaban persuadidas y abducidas por el poder que fascina, y esclaviza, ese que consigue acabar con la capacidad de crítica, ya que el ser humano parece que se acomoda a la pasividad que no le exige ningún esfuerzo. Así pues, hemos vivido una televisión en la que a partir de que algún famoso- Paquirrín, o Rociíto son sólo un ejemplo-incluso no famosos -la Aldón- y sus avatares, han dado cuerda para años: hijos, parejas de los hijos, sobrinos lejanos, incluso trabajadores, que han expuesto sus vidas sin recato ante los colaboradores que les hacían la corte. Y como todos saben de todo, y el morbo manda, también se juzgan crímenes horrendos en los platós, que dan para llenar la tele todo un verano, haciendo una triste labor e interfiriendo en el papel de la justicia. Pero es que, una vez todo ello estrujado, los propios colaboradores han entrado en el juego: véanse las Campos y sus vidas. Y por si fuera poco, los programas se retroalimentan y da lo mismo a las 4, a las 7 o a las 11, son los mismos dando tumbos y haciendo cajas que son una vergüenza, mientras tantos jóvenes talentosos, con ideas y programas que enseñan y a la vez entretienen son cancelados por mor de los tiempos. Sé que en la plataforma Netflix no admiten nada que no cumpla con la Agenda 30. Ese ídolo Jorge Javier Vázquez se deprime, Y Ana Rosa de aquí para allá sin encontrar otro trono. Reinando y llorándonos sus desventuras. Supermillonarios y algunos con una edad ya, como para disfrutar en sus casoplones, y dejar pasar otras ideas y otros nombres. Pero el poder siempre pretende ser vitalicio. Dioses de barro, opio de un pueblo desdichado que solo aspira a la cultura de hoy, la del comer. Pues buen provecho. Y suerte al famoseo.