Mientras España sufría el covid en silencio…
Se buscaban epis, mascarillas…
Se empleaba el triaje sobre los vivos enfermos…
Se hacinaban muertos en los pasillos…
Hombres y mujeres morían en soledad, sin sus familias, en las residencias…
Los ciudadanos salían ridículos, de forma inducida, a aplaudir en los balcones…
Faltaba dinero para las vacunas…
Desconocíamos qué vacuna, qué pruebas o test, solicitar…
No había dinero para terminar con las indemnizaciones a los damnificados por el terremoto de Lorca…
No había suficiente economía para acometer obras que impidieran frenar los cauces de la naturaleza en las Palmas…
No se paliaban voluntariamente los daños en Valencia…
A la vez que se regalaban pisos en la Castellana, o en el Cuzco, o en la Atocha madrileña a padres ministros e hijo.
Mientras se enseñaba al pueblo la zanahoria, tirando del palo…
Y acepta con mansedumbre abusos, engaños, mentiras, traiciones y corrupciones cleptócratas de cínicos y autócratas. Sin solicitar la devolución de los dineros que van a paraísos fiscales para pasado el temporal recogerlos.
¿Cómo puede ser que tanta gente acepte el yugo de sumisión, cuando lo pasan tan mal?
Pero ellos no van a la cárcel… Ni pagan a Hacienda, nosotros sí.
Mientras, uno… arrojó un palo de fregona…
Y Maquiavelo afirmaba que los engaños y la violencia, en política vencían al bien hacer y a la honradez, porque los humanos son incorregibles y eternamente corruptos. El hombre es lobo para el hombre. Lo dijo Thomas Hobbes ya, en el siglo XVII, quien lo tomó del latino Plauto, de su Asinaria en el siglo III antes de Cristo.
Hoy se sabe que, desde principio, no se han querido cambiar las cosas.
Todo han sido comedias y títeres… Aplausos, aplausos huecos…risas, dientes.
Y todo empezó por un colchón en la Moncloa…