Cómo puede esta noche de verano ser tan hermosa, tan soberana y regia, y ser tan inmoral todo lo que nos rodea. Ni un ápice de viento. Agapantos abiertos, azuladas hortensias y esbeltas palmeras, vigilan quietos el sueño de las sombras. 
Cómo, en este silencio espectacular que ahora me acompaña entre la oscuridad del Cantábrico, pueden convivir tal maravilla con tanto desencanto, y el miserable horror,  mientras brillan humildes, lucecitas de barcos muy remotos, y llamitas alumbrando las casas que salpican los prados hasta alcanzar el horizonte. Y allá, a lo lejos, el faro apacible tililando.
Cómo puede exhalar tanta paz el firmamento hoy repleto de estrellas, mientras debajo de este todo, se respira el gran desvarío, el triste desamparo de lo humano… Sólo la naturaleza despliega este verano, su ética y su talento. Tanta luz en tanta oscuridad. 
Creo en ti, noche inmensa. Eres la belleza necesaria, ese amor a la vida, una dulzura cuando el día prescribe, cuando vuelves y vuelves sin palabras, sólo porque nos debes el descanso, y nos cierras los ojos hasta el amanecer en que los hombres comienzan a agitar su voz y sus maneras, buscando la piedra filosofal, el esperpento, el triunfo o la derrota. El golpe. 
Pero nos quedas tú noche perfecta dejando atrás la última jornada, hilando en cada aurora, la urdimbre con la que se edifica  la esperanza. Esa que está en el mar, la noche y el silencio.