El próximo 9 de junio se celebran elecciones al Parlamento Europeo, donde se toman decisiones relevantes para España y Castilla y León, sobre todo para nuestro medio rural.
España es miembro de la Unión Europea desde 1986, con el liderazgo de Felipe González, lo que ha permitido a España beneficiarse de fondos y proyectos europeos para impulsar su desarrollo y modernización con imprescindibles infraestructuras (viarias, de ciclo hidráulico…), el emprendimiento en el medio rural a través de la política agraria común o los programas de desarrollo gestionados por comunidades autónomas o municipios. Este progreso y desarrollo de España como miembro de la UE se consolidó con José María Aznar, en cuyo mandato se produjo un notable crecimiento económico; le siguió Rodríguez Zapatero, que impulsó las políticas sociales, pero fue muy errático en política económica, derivando en una crisis de liquidez muy preocupante que tuvo que reparar Mariano Rajoy, cuyo Gobierno estabilizó la economía y mejoró la competitividad del país. Con estos cuatro presidentes, España ha consolidado la democracia y se ha convertido en un país moderno y preparado para el futuro gracias en gran parte al impulso de los fondos europeos.
Al llegar Pedro Sánchez al Gobierno le tocó gestionar la pandemia y los fondos especiales Next Generation que la Unión Europea consensuó para reparar los daños económicos y sociales causados por el coronavirus.
Mientras en el Parlamento Europeo los dos grandes grupos (populares y socialistas, con el apoyo de otros) han consensuado casi siempre las propuestas de desarrollo socioeconómico y de defensa de los valores democráticos, en España el pasado año ganó las elecciones generales el Partido Popular, pero el que logró formar Gobierno fue el socialista Sánchez, estableciendo como principio muros anti consenso contra el centro derecha -actualmente los gobiernos autonómicos y municipales que preside el PP representan a más de dos tercios de la población española- y forzando acuerdos con partidos antisistema y que cuestionan permanentemente al Estado, pero pagando precios muy altos para mantenerse en el poder al arriesgar la estabilidad democrática que garantiza la Constitución con iniciativas como la famosa amnistía.
Este frentismo establecido por Sánchez, intentando dividir a los españoles a través de la representación política, no solo va contra la opinión mayoritaria de la sociedad, sino que también va en contra del espíritu de consenso que día a día se trabaja en el Parlamento Europeo.
Con este contexto se hace muy necesario para España votar el día 9 de junio en las elecciones europeas, en momentos de incertidumbre mundial, con la amenaza rusa y su cruel invasión de Ucrania, con la crisis palestino-israelí en Gaza o con la inquietud por los gobiernos populistas extremos a izquierda y derecha, a la espera de lo que pase en Estados Unidos. Preocupación que incide directamente en la economía, como la carestía de los precios, y en la defensa de las libertades democráticas que actualmente garantiza la Unión Europea.
Pero nuestro presidente Sánchez -su gestión pública en el último año no se ha materializado, salvo para aprobar la amnistía o la frustrante ley de vivienda, e ignorando el poder territorial del PP- lleva varios días abanderando su particular 'cruzada' internacional, como la bronca con Argentina o su declaración pro palestina y anti israelí, sin contar con la UE; cruzada que, además de desviar la atención de los problemas de los ciudadanos, pretende reanimar a su partido, el PSOE -cuya candidata a las europeas, Teresa Ribera, no ha contribuido precisamente desde el Gobierno a ayudar al desarrollo de Castilla y León, con políticas ambientales radicales contra el sector agropecuario, o contra la energía diésel o el bloqueo de infraestructuras (Corredor Atlántico…)-, y obtener los votos a su izquierda (Sumar, Podemos…), recuperando el muro contra el PP y retomando su discurso frentista contra jueces y periodistas, con el fin de justificarse a sí mismo seguir en el poder si el resultado electoral le es 'más favorable'.
Esperemos que Sánchez no contagie a Europa con sus muros y que la política europea de convivencia no se transforme también en la del frentismo. Europa es un soplo de libertad, frente a tentaciones autocráticas, autoritarias o histriónicas.
Como ciudadanos tenemos la posibilidad de votar -España es el cuarto país que elige más eurodiputados- y seguir apostando por el consenso y las garantías democráticas en Europa, además de seguir beneficiándonos de fondos europeos que impulsan el desarrollo de nuestro país.