No se podrá quejar Sevilla de que Venta de Baños no se encargue de homenajearla. Desde hace ya unos cuantos años, al llegar su feria casi nos volvemos andaluces. Sí, porque se han formado dos o tres grupos, en los que unos cantan, otros bailan y otros hacen ambas cosas. Y como este abril no iba a ser menos, pues ha sido tanto, o más. El sábado, trece, en el Centro Social, el grupo de baile nos amenizó con las consabidas sevillanas que, por cierto, todos las bailan muy bien. El acto, que duró aproximadamente una hora y media, consistió en bailar en parejas... en grupos... y con las canciones como fondo y como guía. Todas las mujeres, muy bien, típicamente ataviadas en cuanto a ropa y a sus adornos de claveles... mantones de Manila... en fin, un acto muy ameno y aderezado con rifa de detalles típicos y rematado con vino y aceitunas para todos los asistentes. El domingo, día catorce, la misa mayor fue rociera. Se cantó el consabido ¡olé, olé, olé! y también se vio mucha ropa andaluza, incluso entre el público. Mucha alegría, mucha efusión entre abrazos, besuqueo y reencuentros en la plazuela lindante. Después, y ya en el regreso a casa, me pareció que mi camino tenía -«un color especial»- y me sorprendí de que con la sonrisa puesta, y por lo bajines, iba tarareando unas sevillanas. Pues nada, que siga la alegría y el buen rollo en el pueblo, que dejemos aunque sea de forma transitoria los problemas y las contrariedades, que existan estas pequeñas leyes de compensación, aunque... ¡eso sí!, que la compensación lo sea en su totalidad, y cuando llegue el caso, si nosotros, los castellanos, nos hemos volcado con los andaluces... ¡que ellos celebren Las Candelas... San Antolín... Santa Rosa de Lima... que también tenemos nuestro tipismo, nuestro orgullo! Y nuestro sabor especial. Sí, en cuanto a sabor... lechazo... vino... pan... queso... Y en cuanto a color, llanuras... sol... amapolas... trigales... Que sí, que también nos queremos a nosotros mismos. Y termino con parte de un poemílla mío: --- Castilla, de los castillos, / te encuentro tan soberana / que me sobran los motivos / al verte, cada mañana, / para en La Calle Mayor /, de mi Palencia querida / construirte un monumento / y adorarte de por vida.