Me fascina la belleza de la libertad pura. Tanto como me repugna la terrible fealdad del esclavo. Ese que sueña con libertades de marisquería, playas de Benidorm y antros, suele tener una estética común: el patetismo. Los verdaderos héroes son hermosos. Su mirada y su porte despiden decencia y fe. Austeridad y fortaleza. Pero ya conocemos cómo se paga. De qué hablamos. Qué mundo es este. La paz de Navalni es envidiable y también incomprensible desde este nuestro estado de bienestar. Impávidos y silenciosos contemplamos a ese hombre que murió en la paz del libre. A pesar del frío, el hambre, los venenos, el destierro, y la soledad. En estos últimos anocheceres ventosos y aciagos de tantas violencias y estafas, de vivir entre el mal vivo, recuerdo cada día a este ruso inmortal al que han silenciado unos monstruos del siglo XXI, a ese cristo que entrega la vida para salvar a su pueblo, y le rezo con el pensamiento. Deja la estela de su bellísima y serena familia para nuestra vergüenza. Pobre pueblo ruso siempre bajo las garras de los tiranos, sumidos en el silencio más inmundo, obligado a la guerra eternamente, entre la nieve de inmensas estepas olvidadas, que sólo pueden dar en la música o en la locura. Rusia es un país maravilloso si no fuera por el "Innombrable", que así se refería la joven guía que nos acompañaba. Y siempre bajo el miedo de tantos innombrables.
Al mismo tiempo, nosotros en una democracia que se va transfigurando sin saber adonde irá a parar. Lo nuestro es un sin dios donde la mentira y las tramas más sucias invaden la ley y el derecho, con un descaro inconcebible, entre la estupidez y el deshonor, como normalizando lo que nunca se vio, exclusivamente en pos del poder. La política, sabemos, no ha brillado nunca por ser algo limpio ni transparente, y la corrupción siempre la ha salpicado. Pero hoy día es un sumidero en el que brilla por su ausencia una dimisión, por ejemplo, una. Antes, se dimitía.
La belleza física y moral de Navalni y su muerte, nos saca los colores, y nos muestra las vergüenzas de todos los que permiten que sólo exista una ideología, una manera de sentir y de pensar para lograr un progreso que ya vemos en qué consiste: mafias de miseria y fealdad.
Descansa en paz Aleksei. De santoral es tu nombre.