El pasado fin de semana tuve la oportunidad de colaborar en mi pueblo en un actividad denominada a huebra -en concreto acondicionar un singular sendero entre choperas en la ribera del río Carrión-, término que ha acuñado la Diputación de Palencia a través de un programa homónimo con el fin de promover e incentivar entre los habitantes del medio rural acciones de voluntariado para la mejora y mantenimiento de espacios comunes, así como promover y recuperar el espíritu de colaboración entre vecinos, sobre todo en pueblos pequeños, todo ello como contribución a mejorar las condiciones de vida en nuestro entorno.
Se trata de vecinos voluntariosos, que viven todo el año en el pueblo, no solo en verano -cuando los núcleos rurales de nuestra provincia o comunidad, muy atomizada, duplican y triplican la población, entre vacaciones de verano, fiestas, encuentros familiares o de amigos, recordando raíces, costumbres y tradiciones-, que reivindican dotaciones y servicios públicos adecuados que les permitan realizar su proyecto de vida diario. Que no haya verano sin pueblo, como comentábamos en estas mismas páginas meses atrás, pero los pueblos no solo son para el verano, gracias al valiente empeño de los residentes todo el año de garantizar con sus aportaciones el presente y el futuro del medio rural.
Los que tenemos pueblo, tenemos un tesoro, sí, pero que hay que cuidar todo el año, también los que vienen solo en verano o en fines de semana, pero sobre todo es obligación de todas las instituciones, coordinadas; en definitiva, obligación del Estado, cuyos responsables tienen que ponerse manos a la obra (a huebra). No se trata de llenar los pueblos de gente en verano y de aumentar a veces empadronamientos irreales, sino de aplicar políticas y estrategias más contundentes en favor del mundo rural, mediante medidas reales de promoción de la actividad productiva y el empleo, y contra el aislamiento geográfico, para que estas zonas tengan buenas y atractivas posibilidades de trabajo, de comunicaciones terrestres y tecnológicas, etc.
Tampoco se trata de destinar los nuevos fondos europeos de estos años para subvencionar, sin más, porque si se pretende fomentar la economía real en el medio rural, con estos fondos o sin ellos, las instituciones siempre deben apoyar iniciativas demandadas, como incentivar el mercado laboral o la oferta público-privada de viviendas, lo que frenaría la pérdida de población.
A pesar del esfuerzo -acertado o no- de nuestras instituciones de proximidad (Junta, Diputaciones y Ayuntamientos, con la colaboración de colectivos de desarrollo rural), éstas se topan casi siempre con la apatía del Gobierno de la nación hacia los ciudadanos que viven en los pueblos. Empezando por su falta de interés para desarrollar una financiación autonómica -la última Conferencia de Presidentes celebrada en Santander así lo ha demostrado, como el nulo consenso para abordar el problema de la vivienda- que aborde el hecho diferencial de la extensión de Castilla y León, con dispersión poblacional y envejecimiento, que ayude a una financiación adecuada de sus servicios públicos y dotacionales, sin quebrar la cohesión territorial y el principio de igualdad entre los españoles.
En concreto, el actual Gobierno -demasiado pendiente de las citaciones judiciales y de los medios de comunicación, sin ofrecer a los ciudadanos signos de transparencia- favorece con discrecionalidad a otras comunidades autónomas para mantenerse una semana más en el poder, a veces a cualquier precio, apoyándose en partidos que muestran con descaro su desprecio por el Estado y adoptando decisiones que en nada favorecen a la mayoría de los españoles, sobre todo a los que viven en el medio rural.
El Gobierno, que también tiene que tomar medidas que alivien el incremento de los precios o la elevada fiscalidad, debe y tiene que abordar ya con rigor y responsabilidad, con las comunidades autónomas, la financiación autonómica y una fiscalidad diferenciada que favorezca a las personas que viven o quieren vivir en el medio rural, y tiene que colaborar financieramente en iniciativas ya en marcha por las instituciones de proximidad, como deducciones fiscales sobre vivienda rural, incremento de la natalidad, u otras que favorezcan el emprendimiento y el empleo, como al sector agropecuario, todavía motor de vida en los pueblos. Las fechas navideñas pueden ser buenas para reflexionar y trabajar en positivo al respecto, a huebra por el medio rural.
¡Feliz Navidad y mis mejores deseos para el próximo año!