Javier San Segundo

Ajo, guindilla... y limón

Javier San Segundo


Red de redes

24/02/2024

Aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Bueno… si somos un poco, pero sólo un poco, conscientes del mundo que nos rodea y de cómo determinadas suertes de las más comunes cambian las cosas en décimas de segundo, también tendremos que reconocer que el refranero cada vez se queda más cojo y, en el caso del simio, desfasado en tiempos y ritmos. La importancia que hoy en día ejercen la comunicación y el marketing en la opinión y el comportamiento de los usuarios mucho dista de la misa de una del domingo con vestido de domingo, bolso de domingo, zapatos de domingo y lenta procesión de paseo, vermú de alta alcurnia mediante. Porque a la mona la tenían ya más vista que el tebeo y engaños, los justos, que aquí tó´se sabe. Y son precisamente la conectividad entre desconocidos y la rapidez en el caudal informativo, y el uso con pericia fina, taimada y eficaz de ambas, las que a muchas monas les procuran tantos pretendientes que llegan a no dar abasto y hasta mueren de éxito. Nótese que utilizo el femenino porque así reza el refrán y, por suerte, hasta en eso ha quedado anquilosado, no me vengan los ofendiditos a masacrar (en masculino genérico como bien manda la RAE). Internet y las redes sociales son herramientas gratuitas, fértiles y productivas hasta las últimas consecuencias, pero también pueden ser crueles, sanguinarias y destructivas hasta cavar el hoyo y dar el palazo en la cabeza. Si nos ceñimos al ámbito hostelero, casos hay para aburrir. Desde los templos de obligado cumplimiento con alma auténtica forjada a golpe de lustros que ni aparecen en eltripadvaisor ni falta que les hace (siempre se me viene a la cabeza mi querida Cascarita en Cervera de Pisuerga) hasta locales que, sin ser nada del otro jueves, con el lustre idóneo de una buena campaña han sacado la cabeza y dado un golpe en la mesa y van más tiesos que una vela (que conste, éstos pueden ser los más proclives a sufrir los bandazos de las modas, dicho sea todo). Y, por supuesto, los que se han ganado el respeto del boca-oreja-teclado por muchos motivos, algunos por uno sólo, pero que lo petan hasta la bandera, o los que buscan su hueco a golpe de trabajo cada día que levantan la persiana. A la larga, por norma, la liebre es de la galga. Buenas redes, digo, buenos días