Arturo J. Pinto

El rincón del abad

Arturo J. Pinto


Encuentros y deseos navideños

02/01/2025

Las familias de hoy estamos cada vez más distanciadas, motivado en gran parte por la movilidad, en distancia y tiempo, por el trabajo, los estudios y otras circunstancias que limitan al máximo los encuentros familiares, a veces ni siquiera en Navidad, a pesar de las buenas intenciones motivadas por el cariño y la cercanía o la nostalgia del hogar con los padres, los abuelos, los hijos, los nietos, los amigos de la familia, o con los vecinos cuando nos juntamos en el bar o en otras casas, especialmente en los pueblos pequeños.
Entornos de familiares o de amigos que concitan los recuerdos de la infancia o la niñez, del paisaje y el paisanaje, entre tertulias sobre el ayer y el hoy -a veces evitando la política actual, que puede derivar en tonos altisonantes y desagradables-; tertulias que no hace tantas décadas -con menos influencia mediática televisiva o de redes sociales- formaban parte de la tradición oral en las comidas familiares o en las reuniones con vecinos o amigos.
Pero, a pesar de la creciente influencia de la cultura anglosajona, en nuestro entorno familiar y de amistades, más latino, aún se sigue volviendo a casa por Navidad, tradición que se extiende también al verano, o en fines de semanas cualesquiera, motivado por celebraciones sorpresa o de nuevos hábitos colectivos que deriven en encuentros, donde no falta la comida, la bebida, la música, el ocio, con nuevas costumbres como 'el tardeo' o 'el vermú torero'…; en definitiva, cualquier excusa puede ser buena para concitar hábitos de alegría y diversión, quizá ante la necesidad de salir de la rutina diaria del trabajo, los estudios o el estrés de las ciudades; las prisas,  los agobios económicos, o las preocupaciones familiares… 
Esta nueva necesidad vital de encontrarse por cualquier motivo quizá se escenifica más en las pequeñas comunidades o pueblos de nuestro entorno rural, cada vez más multicultural por la llegada de nuevos vecinos, muchos de ellos desde otros países, buscando trabajo y nuevos horizontes, aunque sea temporales, que contribuyen y colaboran con nuevas costumbres y hábitos que enriquecen la vida y el quehacer diario. Y todo fluye manteniendo uno de los hábitos que todos deseamos, sobre todo en la familia -aunque no se practique mucho- que tienen que ver con la convivencia, la conversación, la tertulia -a pesar de las diferencias entre generaciones-, esenciales para mantener el hilo umbilical en las sociedades modernas entre las personas que queremos y nos importan sinceramente.
En este contexto, volviendo a los encuentros navideños, donde nos agobiamos con mensajes de whatsapp, muchas veces con imágenes y textos frívolos o divertimentos colectivos, aunque la mayoría con mensajes de buenos deseos con la entrada del nuevo año, que estrenamos ayer. Aunque suene a 'abuelos porretas', la mayoría terminamos deseando mucha salud a propios y extraños, sin obviar los proyectos de futuro en torno al trabajo o las nuevas situaciones familiares.
Sin embargo, en los últimos tiempos existe un denominador común en las preocupaciones y deseos de cumplir con una de las necesidades primarias vitales en la sociedad actual: tener acceso a una vivienda digna, ya sea de compra o alquiler, sobre todo entre los jóvenes que quieren establecer un proyecto de vida más o menos estable.
El acceso a la vivienda es en este momento el gran desafío de nuestro tiempo; es el gran problema que amenaza el futuro de las nuevas generaciones en España, que pone a los jóvenes en situación límite. Y resulta obvio que la crisis de la vivienda se ha agudizado en estos seis años de Gobierno socialista, que no ha sabido o podido aplicar sus promesas electorales. El Gobierno, en primer lugar, con la colaboración de las Comunidades Autónomas y los Ayuntamientos, debe promover con rigor y pluralidad institucional y política un consenso nacional que derive en un verdadero pacto de Estado para dar respuesta a la cada vez más alarmante situación, ofreciendo más suelo -la falta de oferta arrastra a pagar precios desorbitados-, más inversión pública y privada -que procure atracción de capital-, más vivienda social -en España, muy por debajo de la media europea-, menos impuestos -hoy suponen un tercio del valor de una casa- y más alivio fiscal -incentivando tanto la venta como el alquiler-, además de menos burocracia, que cada vez agobia más al ciudadano.