Querida Begoña Herrero, que escribes cuentos desde un lugar especial. Recogimos contigo el último premio ganado en Diputación. ¡Qué alegría! Ya iniciado el camino que nos dejaría, a Toyi Marcos y a mí, huérfanas de una amiga-hermana con quien compartimos alegría y dolor, el tuyo, junto a tu madre, María. En un poema, Marcelino García Velasco, dejó: «El olvido destruye la memoria/ pues ésta, de tan pobre, / solo inventa el ayer, nunca su fuego, el tiempo/ en el que lo real se iba apagando/ al consumirse como un ascua/ (...) Radio Nacional: Día del olivo. De niña, «apañé» aceitunas en la cesta que, un matrimonio de la raya de Portugal, a quien mi padre, Vidal, contrató muchos años para recoger la cosecha, me traía como regalo. Viví con los abuelos en el parador Porora, del abuelo Antimo, cerca de la finca que ocupó sueños infantiles: Los Hornillos.
Guardo tu artículo en Diario Palentino: Fruto del Paraíso. Cada palabra, un tesoro: «Llegó de Oriente hace más de 5.000 años; los romanos extendieron su cultivo. Los árabes perfeccionaron la técnica para que el az-zait, o jugo de la aceituna, llegara a los hogares y paladares de nuestros antepasados, creando así la cultura del aceite arraigada en nuestra historia. El olivo, esplendoroso árbol de la familia de las oleáceas, cruzó el charco en viejas naves españolas, y se instaló en América, California y algunos países sudamericanos. El aceite de oliva virgen extra es, sin duda, el más saludable de todos, por su sabor y aroma exquisitos y su acidez (ácido oleico) no superior a un grado. Se utilizan para su extracción, las almazaras, antiguas presas donde se exprimen toneladas de aceituna, técnica que aún perdura porque es la mejor».
Añado que se vareaba el olivo, con (hoy, rodeado con la red, se mueve y las aceitunas caen en ella) unos largos tallos y las aceitunas caían al suelo y se apañaban. Las mujeres, de rodillas, en pequeñas bancas. Yo, en cuclillas, como los otros niños, jugaba a llenar la cesta y echarla al montón que aumentaba a buen ritmo. Se transportaba hasta la almazara de Perales del Puerto. La Peraliega, el aceite de mi vida. La aceituna de verdeo, se cogía a ordeño. Mejor pagada. Gracias, amiga, recordarte es un regalo. Hoy, volví al pasado de leche y miel.