Leí hace años que es preciso «salvar el mundo de nosotros mismos». ¿Somos causantes de locuras que lo destrozan y matan a los seres humanos? Silencio cómplice. ¿Por qué no reaccionamos ante la injusticia? ¿Podríamos, tal vez, ser más valientes y emplear nuestras fuerzas en -un ejemplo- conseguir que una guerra se pare? Al menos, una. ¿Luchamos para que los poderosos - buscan más dinero- no se conviertan en dueños de selvas, talen árboles, echen de sus casas a sus legítimos dueños y los reduzcan a vida miserable, solo para plantar aquello que los hace millonarios? Cuando escribo esta columna en la gorda, música y pancartas hablan de Gaza. ¿Se le buscará otro nombre ya que no cuajó el de mujer palentina? Claro que, si la escultura fuese estilizada, quien más y quien menos, se hubiera dado por satisfecha pensando que las palentinas siempre lucieron palmito. Y, Dios sabe que así es. A mí, desde siempre la escultura, hermosa si se mira despacio, me recuerda una maternidad con hijo desprendido de sus brazos. Volvamos atrás, ¿cómo puede el mundo salvarse de nosotros, sus habitantes? ¿Qué hacen quienes prenden la mecha de una guerra, masacre, injusticia permanente? Oímos el número de muertos, olvidamos la cifra, mañana los dígitos habrán aumentado. Dios nace para nosotros. Sí, dulce Navidad cantada desde tiempos inmemoriales por escritores, músicos y poetas. Y, hasta nos permitimos -durante estos días- el lujo de ser buenos un ratito, desear a los demás una santa noche de AMOR e, incluso, de echar en el cestillo de un sin techo un billete, aunque sea pequeño, pero de papel, que un día es un día. Y, quizá, nos sintamos satisfechos. No me quedo tranquila, ¿y ustedes? Observemos durante unos segundos nuestras manos. Dejó escrito Saramago que «entre las manos desvaídas pasa esa criba del tiempo irrenunciable» y sabemos que no hemos hecho nada de lo que debimos hacer. Quizá, solo un poco. Pero sigamos adelante. Luz y color llenan plazas y calles, despiertan alegría. Nos detenemos con amigos o conocidos y coreamos a voz en grito palabras pues se confunden con las de otros que, también, se desean paz con fuerza, gestos, buenos deseos, con altavoces. Feliz Navidad amigos lectores. Y a quienes hacen posible Diario Palentino.