Antonio Álamo

Antonio Álamo


¡Vaya!

27/03/2025

Al presidente del Gobierno no le gusta el vocablo rearme, vaya por Dios, y así lo ha manifestado. Y a la presidenta de Italia le pasa lo mismo, que tampoco le gusta el término empleado por la Unión Europea para justificar su intención de incrementar el gasto en defensa, y ha dicho algo parecido. Mirado con cierta distancia es para que nos alegremos todos porque debe ser la primera vez que se ponen de acuerdo  progresistas y conservadores en algo serio. La  única pena, o la única salvedad, como prefieran, es que la coincidencia es de alcance internacional y no nacional. Es decir, en España no vamos a tener esa suerte. Por lo demás, a ellos no les gusta esa palabra y a nosotros no nos gustan otras que ellos pronuncian. Ni otras cosas que hacen aunque, eso sí, no solicitamos que las reprueben.
A los ciudadanos, no a todos pero sí a unos cuantos, sí les gustaría que en lugar de presenciar diatribas en el Congreso de los Diputados o delante de un micrófono periodístico, vaya por Dios, los responsables de los principales partidos políticos mantuvieran un mínimo de decoro y educación en sus apariciones públicas porque de la misma forma que puede molestar el uso de un determinado vocablo también ocurre lo mismo contemplando ciertas escenas más propias de un parvulario en efervescencia que de personas mayores con representación oficial. Y ni siquiera: los párvulos son más educados, bastante más, que quienes tienen encomendadas las tareas de hostigar al oponente. Piensen -el orden es lo de menos- en PSOE, PP, Vox, Junts y otros. Y a los ciudadanos, por cierto, tampoco les agradan los eufemismos que sacuden a diario el acontecer público y menos aún el uso mendaz del vocabulario hispano para disfrazar la realidad porque hay ejemplos a diario que lo atestiguan. 
Uno de ellos, muy reciente, sería el uso del vocablo bulo, empleado por un ministro para catalogar así una reunión que mantuvo en Francia en su afán de modificar la postura de un importante grupo galo de comunicación con participación accionarial en un respetado periódico español. El problema, pues, no es una cuestión de siglas como a simple vista parece, es más bien un asunto de decoro público. Catalogar como bulo una operación así produce estupor.