El mundo ha sido creado, no para despedazarse de inmoralidades, sino para ser recreado por los ojos humanos. Es un escándalo que continúen las contiendas más vivas que nunca, comenzando por las propias familias, que abandonan a sus progenitores. De igual modo, también es una indecencia, que millones de personas coexistan en la extrema pobreza. Tampoco proliferan en el tajo de la vida, los trabajos decentes, ni la protección social necesaria e imprescindible para dignificar a tantos inocentes excluidos de un sistema que corrompe y margina. El nubarrón de maldades es tan fuerte que nos impide discernir lo que es hermoso de lo que es feo, lo que está bien de lo que está mal. Desde luego, sin activar la estética o la moral como actividad valorativa de nuestro paso por la tierra, difícilmente vamos a tomar conciencia de la realidad y no podremos corregirnos. Sea como fuere, tenemos que despertar con el ánimo expresivo y abrirnos al espíritu creativo, si positivamente queremos dejarnos sorprender por otro fluir más certero, que es lo que en realidad nos embellece, como caminantes en camino, para poner por obra la verdad en nuestra presencia terrenal. Hay que regresar al efectivo vocablo, a la acción justa y a la reacción necesaria. Cruzarse de brazos o ponernos en plan pasivo, igualmente nos descompone el alma. El espíritu fraterno llega cuando la conciencia moral de la persona crece a través de la incondicional entrega y se madura en coherencia con el sentimiento, que es lo que nos hace estar en paz. Lo que ciertamente necesitamos son alianzas mundiales entre gobiernos, empresas e inquietos ciudadanos; puesto que será el modo de lograr un desarrollo equitativo y de garantizar que nadie quede arrinconado, sin practicar la cultura del abrazo. La caricia en la mirada, como la moral, nos aprende a reprendernos de los errores de nuestros instintos. Naturalmente, es la mejor respuesta para destronar las cruces existenciales que nos marcamos en ocasiones entre sí. De lo contrario, será difícil levantar cabeza, porque lo inmoral es lo que hace a uno sentirse inútil. Al fin y al cabo, lo sustancial del itinerario está en el esfuerzo invertido por no ser causa de sufrimiento de nadie.