Aún no hemos aprendido a enraizarnos en comunión y en comunidad; y, así, no lograremos restaurar vínculos, ni rehacernos como familia. Este es el instante preciso para el cambio, tenemos la oportunidad de modificar las percepciones denunciando el discurso del odio, corrigiendo la información errónea y contrarrestando la desinformación. Considero, pues, prioritario hacerlo: revitalizar un movimiento global por los derechos humanos. Sin embargo, tenemos tantos frentes abiertos que si no comenzamos por cuidarnos entre sí, tampoco podremos sanar el mundo.
El horizonte de los hogares es una necesidad. No hay mejor habitar que el donarse, desterrando los dominios de la visión viviente y fortaleciendo la capacidad de servicio. Nadie está para dominar a nadie, sino para socorrer y no quedarnos indiferentes. Por desgracia, el aluvión de visiones distorsionadas de la persona es tan patente, que comienza por ignorar su dignidad y su carácter relacional. Todavía estamos presos de esa mirada interesada, que nos trata como meros objetos de consumo, para luego abandonarnos y desecharnos.
Abrazando y confiando en alcanzar el cumplimiento del espíritu natural, bajo una perspectiva más del corazón que de la mente corporal, será el modo de avanzar hacia un orbe más pacífico, igualitario y sostenible. Trágicamente, continúan agravándose las desigualdades en todo el planeta. Esto acarrea que se intensifiquen los conflictos. Por si fuera poco el desacople, hay un desprecio deliberado por el derecho internacional. Avanza el ordeno y mando, mientras se reduce el espacio cívico del estado democrático y social de derecho. Tratar de trepar por los caminos existenciales, como ratas en busca de pedestales, destruye la concordia y divide. Don dinero todo lo puede, hasta destruirnos como seres de verbo en verso.
Seamos, entonces, poesía; jamás poderío, sino subordinación. Pongámonos en guardia como buenos poetas, a defender todos los derechos con sus obligaciones, en todas las ocasiones y en todos los espacios mundanos. No hay mejor ejercicio que sanar las divisiones y consolidar la paz. Por ello, trabajemos todos juntos para avanzar y no retroceder, con un abecedario de apoyo mutuo y acogida real.