Joaquín Díaz narra en este libro, que visitó Nueva York en 1967 y se entrevistó con Moses Asch, alma mater del sello discográfico Folkways Records. En su catálogo había documentales y grabaciones de etnias y grupos insólitos. Moses le entregó una colección de discos con este título: Sephardic Songs, by Gloria Levy. Había sido grabado por una persona no profesional, un ama de casa sefardí. Al escucharlo, Joaquín Díaz quedó impresionado. Y cuantas más veces la oía, más le recordaba a los romances. Hizo un arreglo con Abridme Galanica que abrió el disco y grabó Sonoplay. Fue éxito claro y sigue vendiéndose. Eligió un precioso texto del siglo XV, A tierras ajenas, quién me trajo a ellas, y le puso música. Cuenta en el libro que le atraía el aire melancólico de los versos, alusiones nostálgicas a una patria, Jerusalén, con el deseo de volver a ella por la que suspiraban los labios. Fue todo un éxito. En el verano de 1968, actuó en Burgos. Se celebraba un Curso para profesores de español en los Estados Unidos.
Después del recital, se le acercó un profesor con los ojos llenos de lágrimas de alegría porque en el recital escuchó Abridme Galanica que él había oído de chico de labios de su madre. Me invitó, escribe Joaquín Díaz, a su casa para conocer a su madre y a otras cantoras de la comunidad. Pasaron tres años antes de que pudiera cumplir su compromiso de visitar a José Benezra. Era un sefardí de noble ascendencia y generoso comportamiento, recuerda. Me «demostró que las buenas formas y el interés por conocer la cultura de los otros, son el principio de la convivencia en el mundo, por encima de religiones, creencias y formas políticas».
Recuerda que aprendió una bendición de la mesa, muchas canciones y escuchó en la sinagoga el viernes el himno Quién como nuestro Dios, en español antiguo y suave. Grabó un disco con temas sefardíes. Una abuela sefardí aconsejó: «Usted canta estas canticas con el alma; no se preocupe de más». Transcribo: A la una yo nací/ a las dos me engrandecí/ a las tres tenía amante/ a las cuatro me casí. Los niños españoles cantaban en las plazuelas: A la una nací yo/ a las dos me bautizaron/ a las tres ya tuve novia/ a las cuatro me casaron. Los sefardíes guardaron como un tesoro la lengua.