Ilia Galán

Ilia Galán


Póstumo reconocimiento

25/10/2021


Leo algo bueno pero me apeno, y es un reconocimiento póstumo a una gran personalidad de nuestro tiempo y que fue hijo de mi pueblo: Enrique Fuentes Quintana. El Consejo General de Economistas de España le otorga la Gran Cruz al Mérito. Ya tenía muchos premios: Príncipe de Asturias, Rey Jaime I, Cruz del Mérito Civil y Alfonso X el Sabio. En la Casa Grande de Carrión de los Condes sus grandes logros se muestran: medallas, trofeos, frutos honrosos de una carrera que logró por propio mérito. Fue en vida muy apreciado y su trabajo, su esfuerzo, los reconocimientos de varias universidades mostraron lo mucho que hizo por nuestro país con sus estudios y empeños. Se ganó esos aplausos y honores; otros merecen, actualmente, severos abucheos. Ahora le reconocen de nuevo. Es bueno, cierto, pues hay que saber valorar y estimar lo que tenemos, realzar los buenos ejemplos, que se sepa que el mérito es reconocido y no solo el mangoneo de tantos sinvergüenzas, que la sociedad ha de premiar a los buenos. Sin embargo, cuánto mejor habría sido dárselo cuando vivía. España suele desdeñar a sus grandes personajes mientras viven. Muchos, para ser reconocidos, han de irse al extranjero y cuando allí triunfan entonces son aceptados y aplaudidos en casa, donde antes eran mirados de reojo o con desdeño. Así ocurrió con grandes artistas que iban a París, como Albéniz o Falla, Luis de Pablo o Tomás Marco, Cristóbal Halffter o José María Sánchez Verdú entre los músicos; Miró, Dalí, Picasso, Barcelò entre los pintores; los escritores más valorados primero debieron ser traducidos y muy lejos aplaudidos, como Blasco Ibáñez, por ejemplo. La carrera del saber es áspera y requiere sembrar y labrar durante años entre muchos esfuerzos, como la de las artes; es pena que quienes tantos bienes procuran no reciban compensación adecuada de sus ciudadanos mientras viven. Pensamos que habrá recompensa en otro mundo, en un cielo, para los buenos, pero no estaría mal que se vea cómo el éxito favorece a los buenos y no solo a los pillos o pendejos. Es la sociedad, sus gentes eminentes, quienes levantan a los pueblos, a menudo desde el silencio.